La seducción del haiku
Abundando en esta línea de poesía, la última de sus entregas haikuistas ha supuesto un exigente reto creativo mucho más considerable que las dos precedentes, siendo fruto de un proyecto cuya duración se ha prolongado durante unos quince años, en los cuales ha ido creando numerosos textos de esa índole. De ese caudal ha escogido... Leer más La entrada La seducción del haiku aparece primero en Zenda.

Entre quienes escriben poesía en España creo que difícilmente vamos a encontrarnos a alguien que, cuando se le pregunta qué obra literaria es la que más estima, sin titubeo alguno sitúa en primer lugar en sus lecturas Sendas de Oku, de Matsuo Basho. Esa preferencia la especificaba Carmen Plaza en una entrevista que le hizo Llucia Ramis publicada en el diario La Vanguardia el 17 de junio de 2024. La entrevista ayuda un poco a entender por qué esta escritora burgalesa afincada en Catalunya muestra tanta afición a componer haikus. Esta afición la evidencia hasta el punto de que en su trayectoria literaria, amén de insertar haikus en alguna que otra de sus obras, figuran tres libros integrados en exclusiva por textos pertenecientes a ese subgénero de origen japonés. Se trata de Las cuatro voces, editado en 2010, y de La sombra del trébol, aparecido en 2015.
Con un planteamiento que remite al ideado por Matsuo Basho en Haikus de las cuatro estaciones, en un claro guiño a su poeta de cabecera al que no pretende imitar, también Carmen Plaza reparte los haikus de su libro más reciente en cuatro partes que se corresponden con las estaciones del año. Las tres primeras, las dedicadas a Primavera, Verano, y Otoño, comprenden un número de textos igual, pues suman cada una noventaidós, mientras los de la cuarta, el Invierno, son noventa. La suma resultante coincide, así pues, con la expectativa que anticipa el título de la obra, dado que equivale a los días del calendario, aunque añadiéndoles uno más, por un posible año bisiesto, y no sin un toque gracioso que es otro ingrediente haikuista que añadir al humorismo que de vez en cuando asoma en algunos haikus de este libro. Con la adición final de un texto extra, ascienden a trescientas sesenta y seis las composiciones, habiéndose concebido de manera metafórica como sendas hojas, una por día del año, y cada día representado con un haiku que se confeccionó según la fórmula más habitual de tres líneas de cinco, siete y cinco sílabas, aunque con la salvedad de no haber rima alguna, conformando por consiguiente versos blancos.
La autora ha procurado situar las composiciones en el libro de acuerdo con la semántica climática que se manifiesta en la naturaleza y que suele asociarse convencionalmente a cada estación. Por tanto en los haikus de la primera de las estaciones los poemas evidencian factores tales como el auge del verdor y de la flora, los aguaceros y los tonos azulados; en la segunda el sol, el agobio del calor tórrido, los mosquitos, las hormigas, los grillos, el mar, las olas, las barcas, los peces, la arena playera, la luz radiante, la sombra, la luna y las estrellas y las aguas de tonalidad turquesa; en la tercera la caída de las hojas, rayos, truenos, lluvias torrenciales, y la tristeza; y en la cuarta los días plomizos y grisáceos, los vientos recios, la niebla y la nieve.
Algunos de los haikus de Carmen Plaza están dedicados a festividades, así el 43, en el que se observa, con motivo del 23 de abril, que “Llega Sant Jordi / y todas las palabras / huelen a rosa.”. Este texto constituye un tributo de reconocimiento a la tierra catalana de adopción, y tal vez no sea el único, porque la presencia del mar y su belleza también podría ser otra suerte de homenaje, sobre todo al ligarlo con la escritura, no sin acaso ella ha ponderado que suele escribir ante el mar, entiéndase el Mediterráneo. El haiku 155 pudiera ser un testimonio ilustrativo de ese hábito: “Con tinta azul / que no borren las olas / quiero escribir.”.
En contrapunto, otros haikus se diría que remiten a los parajes castellanos nativos de Carmen Plaza, como el 67: “Baten las olas / en el mar de Castilla / bajo la espiga”. Las espigas tan características del paisaje castellano suponen un símbolo espiritual, e inclusive ascético, como apreciaron algunos autores noventaiochistas, y esa dimensión sustentada en el pulvis es et in pulverem reverteris se deja sentir en el haiku 246: “Que nadie se engañe. / El polvo de la era / nos avisó.”.
Vuelvo al vis a vis de La Vanguardia porque ahí Carmen Plaza nombraba a varios poetas españoles contemporáneos con los que ha mantenido amistad y por los que ha sentido y siente especial predilección. Sucede que todos los citados, quien más, quien menos, han cultivado en alguna medida el haiku, como es el caso de José Corredor-Matheos, Enrique Badosa, Joan Margarit y Carles Duarte. No apunto que los haikus de estos poetas hayan podido gravitar de algún modo en los de Calendario de haikus. No obstante, entiendo que sí ha podido ejercer alguna influencia en este libro el primero de ellos, también afincado en Catalunya como la autora, y habiendo nacido en otros lares de España. Y procede traerle especialmente a colación, ya que su poética presenta muchos vínculos con la poesía japonesa también.
A mi entender, algunas de las composiciones de Calendario de haikus pudieran relacionarse con otras insertas en la obra que publicó en 1994 José Corredor-Matheos con el título de Jardín de arena, libro que me consta que Carmen Plaza conoce bien. Un haiku de esta obra corredoriana, inspirado en el famoso jardín de piedra de Kioto conocido como Riojan-ji, dice así: “Jardín de piedra. / Con las últimas lluvias, / flores de piedra.”. Creo advertir resonancias de este texto tan difícil de olvidar y de implicación zenista en dos composiciones que revisan el posible modelo del poeta manchego desde una mirada propia. Me refiero al texto 6, “También las piedras / son flores si se miran / desde lo alto.”, y al 33, “Jardín de piedra. / Cuando muevo un guijarro / nace una rosa.”, textos ambos que leo en el sentido de que la vida radiante, representada en las flores, puede generarse a partir de una espiritualidad implicada en las cosas desde el egocidio personal.
Donde no hay similitud entre los haikus de Corredor-Matheos y los de Plaza es en ciertos aspectos de la concepción del mundo que traslucen, especialmente cuando se pone el foco en el mundo animal, pues el poeta de Alcázar de San Juan atribuye a ese mundo una ignorancia congénita vista como un don, mientras la poeta burgalesa, al valerse de personificaciones metafóricas cuando se inspira en animales, en la botánica, en el mar, en las montañas, y en cualesquiera cosas, les atribuye, entre otras capacidades, las de saber y de olvidar, como en el haiku 232: “Sabe el jilguero / que el cielo lo ha escogido / para que cante.” Empero, sí podría asociarse, aunque en modo alguno necesariamente, la indiferenciación entre los seres naturales todos, tan corredoriana, con la ósmosis entre persona y flora que se da en el haiku 329, “Busco mis pétalos. / Los que fui deshojando / por el camino.”.
No voy a seguir hurgando en presencias de más autores que creo adivinar en Calendario de haikus, y que precisamente han contribuido a hacerme ver por contraste la originalidad manifiesta de tantos haikus de Carmen Plaza. Pero no obviaré añadir un eco de Walt Whitman que parece muy ostensible al menos en uno de los textos, el numerado como 315. Son versos metapoéticos en los que, quizás remitiendo, velis nolis, a la obra clave del estadounidense Hojas de hierba, leemos “Hojas de hierba. / Que no las pise nadie. / Son un poema.”. Finalmente, y a vueltas de ecos vaporosos, anoto el tributo que se concede a la japonería literaria, como ocurre en el haiku 152, donde se integran elementos muy reconocibles en el universo poético, no solo del Japón, sino de la poesía china clásica. Apréciese: “En el arroyo, / desnuda sobre el agua, / tiembla la luna.”. Acabo estas posibles reminiscencias con un haiku que me hace pensar de nuevo en Basho, el 334, “Desde la charca / ha saltado una rana. / Quiere volar”. Ese texto me recuerda aquel donde el gran maestro japonés del haiku remataba su texto con una onomatopeya que responde a la experiencia de visu de un pequeño acontecer subitáneo que apunta a una de las claves del zen: “Un viejo estanque. / Salta una rana. / ¡Plof!”.
En una muestra tan extensa de textos como comprende Celendario de haikus no extraña que tengan cabida dentro de los cuatro contextos climáticos motivos numerosos y muy diversos, y no siempre vinculados a los espacios naturales, indispensables en el haiku temáticamente ortodoxo, pues los hay de asunto urbano, maquinista, doméstico, metafísico, ético, religioso, místico, antropológico, costumbrista, amatorio, festivo, metapoético e histórico, aludido este con referencias implícitas que remiten a las guerras, al hambre en el mundo, al vacío rural que trae consigo la despoblación, y sobre todo a las vicisitudes y muertes de inmigrantes en el mar, como en el haiku 13, “El horizonte / se mira y no se toca / en el cayuco.”; en el 159, “El viento arrasa / la vida en las pateras. / Pesa muy poco.”; y en el 228, “El agua asciende. / Cuando llega a la boca / todo es silencio.”.
Hay haikus en los que predomina lo descriptivo, la observación de un acontecer tan inesperado y sorprendente, tan característica del subgénero, y los hay donde la reflexión y los sentires resultan dominantes, a veces replanteando con una estética muy lograda asuntos clásicos como la brevedad de la rosa, Dios como artífice, el consumirse de la vela, que Carmen Plaza enfoca desde la liturgia, etcétera. Ilustraré esos tres asuntos mediante los haikus 7. 139 y 164, que respectivamente dicen así: “La rosa muestra / el color de una vida. / Su brevedad.”; “A fuego lento / se derrite la cera / sobre el altar.”; y “Con un compás / dibujó Dios la luna. / Salió redonda.”.
Subrayo también aquellos haikus de tan subido interés en los que el alter ego autorial nos transmite diferentes estados interiores: la experiencia del paso del tiempo, la sensación de ser feliz, la soledad, o el empoderado desafío con que se encara el porvenir, expresado en la composición 365 y penúltima, donde leemos: “Salgo al balcón / a gritarle a la vida / que aquí me tiene.”. Un grito a la vida y una llamada de atención a los lectores de poesía contemporánea que en el caso de Carmen Plaza resulta indisociable de la alta poesía que se plasma en Calendario de haikus.
Recuerdo finalmente que hay variadas posibilidades de dar a conocer haikus: los libros colectivos del género; los individuales que reservan alguna sección al mismo; los haikus que se engarzan en ramilletes más o menos amplios dentro de una obra, o que la vertebran íntegramente en virtud de su asunto; los que son ilustrados plásticamente uno a uno, y tantas otras opciones. Entre esa gama tan amplia Calendario de haikus tiene la particularidad de haber sido compuesto por una autora que, como destacaba al principio, cuenta ya en su bibliografía con tres libros de haikus, un hecho tan relevante como singularísimo entre las poetas contemporáneas del orbe literario hispánico.
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Autor: Carmen Plaza. Título: Calendario de haikus. Editorial: Carena. Venta: Todos tus libros.
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