Carta a Manuel Vázquez Montalbán

Me apetecía desde hace tiempo escribirte una carta. No hace mucho escribí en Zenda un artículo sobre ti, pero siempre una carta es algo más personal, un texto en el que uno llega a introducirse en el destinatario, y al final parece que son dos los autores, y dos los temas del mismo texto. Nunca... Leer más La entrada Carta a Manuel Vázquez Montalbán aparece primero en Zenda.

Jun 12, 2025 - 02:35
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Carta a Manuel Vázquez Montalbán

Querido y leído Manuel Vázquez Montalbán:

Me apetecía desde hace tiempo escribirte una carta. No hace mucho escribí en Zenda un artículo sobre ti, pero siempre una carta es algo más personal, un texto en el que uno llega a introducirse en el destinatario, y al final parece que son dos los autores, y dos los temas del mismo texto.

Nunca pensé que iba a hacer esta serie de cartas a escritores, personajes históricos y personajes literarios, como la que he hecho en esta revista  en los últimos tiempos. Llevo más de cuarenta y debo decir que ha sido una experiencia muy grata: he ahondado en personas y personajes sumamente interesantes, pero imagino que también lo he hecho en mí, y acaso en el lector.

El lector, cuando lee, se lee a sí mismo en sus queridos personajes, y lo hace en las inquietudes del escritor que escribe, en este caso el articulista, el autor de cartas. Creo que hemos perdido mucho al abandonar este fantástico género literario, pero a cambio es posible que estemos ganando algo importante para la pura literatura.

Lo cierto, Manuel, don Manuel, es que contigo me sale escribir sobre literatura, sobre temas literarios, quizá porque fuiste un escritor muy fecundo, muy prolífico, y en todo tipo de géneros. Yo te he leído en algunos, como en la novela, la entrevista y el artículo, pero sobre todo la novela. Y la novela negra especialmente, la de tu detective Pepe Carvalho, que tanto me gusta desde que lo descubrí en un videojuego conversacional, Los pájaros de Bangkok, que es el título asimismo de un libro tuyo.

Empecé por ahí, y me apasionó tu propuesta. Es más, como ya escribí en una ocasión, puede que esos libros de Carvalho, y especialmente Los mares del Sur, que ganó el Premio Planeta en 1979, fueran los primeros libros para adultos que yo leí, porque yo leía sobre todo los libros que me mandaban en el colegio —por ejemplo Delibes, Cela, Baroja…— y las novelas de aventuras clásicas de grandes escritores como Stevenson, Anthony Hope, Julio Verne, básicamente las novelas, las mismas o parecidas, que está publicando Zenda-Edhasa en su colección de libros de aventuras, los más recientes La flecha negra y Scaramouche. Estos dos magníficos títulos los leí de chico; ahora me doy cuenta de que más que leerlos los gocé, los hice míos, ya para siempre.

Cuando descubrí a Carvalho yo creo que estaba en un momento intermedio entre mi pasión por los juegos de ordenador, que era grande, y la pasión por la lectura y por la escritura que ya no me abandonaría el resto de mi vida. El ordenador lo seguiría utilizando, y de hecho estoy escribiendo ahora con uno, pero ya apenas jugaría a los videojuegos; en cambio leería muchísimos libros, estudiaría Filología Hispánica y escribiría también muchos libros. Mi felicidad y tal vez mi condena, a veces lo pienso. Pero es una feliz condena, al final una felicidad.

Esta mañana he estado en la librería de viejo de El Desván del Libro, en Madrid, porque quería comprar una de tus novelas, una del personaje Pepe Carvalho, El hombre de mi vida, y lo he hecho. Manuel, el librero, que siempre me contesta tan atento a todo lo que le pregunto, me dijo que tus libros, en su librería, se venden bien, de forma constante, como se pueden vender, por ejemplo, los de otro querido escritor mío, Alberto Vázquez-Figueroa.

Me dijo que se vendían sobre todo las novelas de Pepe Carvalho, y mucho las recetas de Carvalho, porque ésas, según me dijo Manuel, son más raras, los lectores las sueltan menos y son más difíciles de encontrar. Yo compré El hombre de mi vida, publicado por Planeta (2000),  y me quedé tan contento. Por cierto que hace pocos días compré otro “Carvalho”, El balneario.

Este fin de semana, Don Manuel, me he dedicado a leer Tatuaje, que escribiste en los años 70, y me gustó mucho. Veo que tus novelas de Carvalho tienen un tono parecido, que están hechas con el mismo corte, digamos, aunque no las he leído todas todavía,  ni mucho menos. Son muchas. He leído Asesinato en el comité Central, Tatuaje, Los mares del Sur, Los pájaros de Bangkok, El laberinto griego… y tengo bastantes más esperando su turno.

Pero veo que son parecidas, que el ambiente es parecido, que el mundo en el que se mueve Carvalho es similar también. Son ágiles, están bien narradas, tienen sentido del humor, a veces, aunque pueden ser sórdidas… De hecho suelen serlo. Yo no he leído mucha literatura negra, y me parece que estas novelas, aparte del cine, son mi introducción a este género.

Tuyos, don Manuel, he leído otros libros fuera del ciclo Carvalho, como Galíndez y O César o nada, que me parecen dos grandes obras. Y también le leído parte de tu libro de entrevistas Mis almuerzos con gente inquietante. Siento curiosidad por Autobiografía del general Franco y Erec y Enide, que parecen novelas muy interesantes, así como por tu libro de artículos La mirada inconformista, antología realizada por Francesc Salgado, a la que de vez en cuando me asomo.

En fin que tienes mucho y bueno. Creo que con calma y con ganas conseguiré avanzar en la lectura de tus libros, y que no será necesario esperar a una siguiente vida.

Intuyo que eres un escritor esencial para conocer nuestra España, quizá no ya la España de hoy pero sí la de ayer. En tus novelas de Carvalho veo, leo, un mundo que yo creo que viví, o sus prolegómenos, así como un mundo en el que se insinúa el que estamos viviendo. Volviste la realidad, el tiempo, la vida, en texto.

Se percibe que no te costaba escribir —y sé que hay muchos escritores que les cuesta, y mucho—; a ti no sólo no te costaba sino que se ve que te divertía. Y eso explica que escribieras tanto y que lo hicieras tan bien. Escribías de todo, de todos los géneros y de un gran número de asuntos. Eras, eres, entretenido, ameno. Además, creo que el joven escritor, y el no tan joven, aprende leyéndote. Aprende muchas cosas, pero sobre todo —ahora pienso en las novelas de Carvalho— aprende a narrar.

También a construir las tramas. Tatuaje, por ejemplo, que acabo de leer, está muy bien construida, se resuelve con gran facilidad, y cuando digo facilidad quiero decir felicidad. Del autor al escribir y del lector al leer. Se nota también que ya tenías mucha práctica, y creo que en el escritor, leyendo y escribiendo —las dos cosas—, la práctica es fundamental.

Aunque también pienso que hay algo previo que la práctica no puede sustituir. Algo que probablemente hay que tener. En fin, quizá me equivoque.

Esta mañana he hablado con Alberto Vázquez-Figueroa y me ha dicho que os confundían mucho, por el nombre, por el “Vázquez”, aunque no os parecíais en nada físicamente, y él nunca escribió novela policíaca. Pero me contó que os encontrasteis varias veces y que os llevabais bien, que eras buena persona.

Yo siempre he pensado que Carvalho tenía que parecerse bastante a ti, aunque sólo fuera por el tema gastronómico. Y no sólo por él. Pero muchas veces cuando leo sus aventuras veo que él hace y piensa cosas que no me encajan contigo, con un escritor, con un hombre normal (aunque un escritor de entrada no me parece un hombre muy normal).

Carvalho, en mi opinión, es un personaje muy bien dibujado, muy bien diseñado, muy hondo, con un pasado, con unas raíces. ¿Cómo se te ocurrió seguir adelante con él después de Yo maté a Kennedy? Escribiste muchas páginas de Carvalho, miles si no he calculado mal.

Disfruté mucho de tus libros, no sólo de estas novelas negras. Considero que eres un gran escritor, capaz de escribir en los más diversos géneros y de los más diversos temas. La literatura bullía en tu interior, la escritura: da la impresión de que tú sólo tenías que dar salida a tu manantial, darle forma de libros.

Creo que siempre he disfrutado con tus libros, desde que tenía 14 años, pero ahora soy más consciente de lo que aprendo con ellos. Decía García Márquez que el escritor lee con un destornillador en la mano. Cuando te leo me sorprendo con ese destornillador del que hablaba García Márquez.

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