Se extingue la voz de A-ha, el grupo más importante del pop noruego que es mucho más que el autor de 'Take on me'
El cantante de voz privilegiada, Morten Harket, anunció la semana pasada que el tratamiento para paliar los efectos del Parkinson le impide cantarPor qué comprar la camiseta de tus artistas favoritos puede ser “más rentable” para ellos que comprar su música A-ha, la banda noruega más importante de todos los tiempos, ha vuelto a ser noticia. No porque estén trabajando en un nuevo disco o tengan prevista una gira mundial, sino porque su cantante, Morten Harket, anunció la semana pasada que padece Parkinson y que los tratamientos para ralentizar el avance de esta enfermedad neurológica le han afectado a la voz. Desde entonces, los fans se preguntan si es este el final de A-ha y, el público general, si este grupo no eran aquellos del himno de los 80 Take on me y cómo es posible que siguieran activos desde entonces. Cuatro décadas antes de este anuncio, en una tarde de verano de esas que parecen repetidas, un grupo de chicas adolescentes se marcha, antes del cierre de la piscina, de la recién estrenada urbanización en la que viven, a las afueras de una gran ciudad. Pertenecen a familias que dejaron olvidada en el camión de mudanza su condición de clase trabajadora, para convertirse en clase media. Nuevas comodidades, antes soñadas y ahora cotidianas, lo hacen posible. En casa de una de ellas, alrededor de un televisor de muchas pulgadas conectado a un reproductor VHS, se distribuyen las chicas para devorar y diseccionar vídeos musicales de artistas que forran sus carpetas de clase y las paredes de sus habitaciones. Entre todos ellos, brilla el de una canción titulada The Sun Always Shines on TV. La interpreta rodeado de cientos de inquietantes maniquíes un exótico conjunto noruego llamado A-ha, compuesto por Morten Harket como cantante, Paul Waaktaar Savoy, como guitarra y compositor principal, y Magne Furuholmen a los teclados. Tres chicos ideales que practican un pop luminoso con arreglos electrónicos, que suena de maravilla en los walkman de tantas y tantos jóvenes para quienes, entonces, todo sí era posible. Ese vídeoclip continúa narrativamente otro anterior del mismo grupo, el de la archiconocida canción Take on me, con el que A-ha se dio a conocer al mundo en 1985. Se puede casi decir que fue un vídeo con canción, en lugar de lo contrario, por la influencia decisiva que tuvo en la promoción del single, gracias a la creatividad de su director, Steve Barron, que empleó la técnica del rotoscopio para contar la clásica historia con final feliz de un chico y una chica, pero con la estética de un cómic animado dibujado a lápiz sobre imágenes reales. Take on me representa el paradigma del videoclip; esa herramienta de marketing y nueva forma de expresión artística que se inventó la televisión MTV a inicios de los ochenta y que puso a disposición de la industria musical, posibilitando que sus artistas alcanzaran una dimensión global y se convirtieran en parte de la cultura popular occidental. A-ha, desde luego, supo aprovechar todo ese potencial creando una obra maestra audiovisual, con la que consiguieron seis MTV Video Music Awards en 1986. No solo estamos hablando de uno de los mayores hits de la historia de la música, sino que su melodía ha llegado a formar parte del imaginario colectivo como sinónimo de toda una época. Por eso Take on me no puede faltar en ninguna radiofórmula nostálgica, playlist o fiesta de temática ochentera que se precie. Sus notas de sintetizador rezuman el optimismo predominante que recorría occidente desde el final de la II Guerra Mundial, marcado en parte por la creencia generalizada de que abrazando la tecnología, nuestras vidas serían cada vez mejores. Y así fue, desde luego, para A-ha. Pues alcanzaron el éxito gracias precisamente a que dieron un golpe de timón —junto a Warner, su discográfica— en la parte de la creación musical con mayor peso de la tecnología: la producción. Así, Take on me evolucionó desde una canción que pasó sin pena ni gloria en 1984, a convertirse solo un año después en el número uno que conocemos hoy, gracias a la mano del productor Alan Tarney. Ninguno de los miembros de A-ha sabía muy bien qué hacía un productor musical hasta ese momento. Si alguien también se pregunta por qué su trabajo tiene tanta importancia para que una canción guste o no al gran público, aquí encontrará un gran ejemplo. Así se fraguó la carta de presentación de Morten, Paul y Magne, que dejaron Oslo para probar suerte con su música desde Londres, porque Noruega se quedaba demasiado pequeña para todo su talento. No fue llegar y besar el santo, desde luego, pues llegaron a vivir cerca del umbral de la pobreza, pero al final consiguieron lo que buscaban: convertirse en estrellas mundiales. El problema es que lo hicieron con un pelotazo de tales dimensiones que, desde entonces y a ojos de demasiada gente, se convirtie

El cantante de voz privilegiada, Morten Harket, anunció la semana pasada que el tratamiento para paliar los efectos del Parkinson le impide cantar
Por qué comprar la camiseta de tus artistas favoritos puede ser “más rentable” para ellos que comprar su música
A-ha, la banda noruega más importante de todos los tiempos, ha vuelto a ser noticia. No porque estén trabajando en un nuevo disco o tengan prevista una gira mundial, sino porque su cantante, Morten Harket, anunció la semana pasada que padece Parkinson y que los tratamientos para ralentizar el avance de esta enfermedad neurológica le han afectado a la voz. Desde entonces, los fans se preguntan si es este el final de A-ha y, el público general, si este grupo no eran aquellos del himno de los 80 Take on me y cómo es posible que siguieran activos desde entonces.
Cuatro décadas antes de este anuncio, en una tarde de verano de esas que parecen repetidas, un grupo de chicas adolescentes se marcha, antes del cierre de la piscina, de la recién estrenada urbanización en la que viven, a las afueras de una gran ciudad. Pertenecen a familias que dejaron olvidada en el camión de mudanza su condición de clase trabajadora, para convertirse en clase media. Nuevas comodidades, antes soñadas y ahora cotidianas, lo hacen posible.
En casa de una de ellas, alrededor de un televisor de muchas pulgadas conectado a un reproductor VHS, se distribuyen las chicas para devorar y diseccionar vídeos musicales de artistas que forran sus carpetas de clase y las paredes de sus habitaciones. Entre todos ellos, brilla el de una canción titulada The Sun Always Shines on TV. La interpreta rodeado de cientos de inquietantes maniquíes un exótico conjunto noruego llamado A-ha, compuesto por Morten Harket como cantante, Paul Waaktaar Savoy, como guitarra y compositor principal, y Magne Furuholmen a los teclados. Tres chicos ideales que practican un pop luminoso con arreglos electrónicos, que suena de maravilla en los walkman de tantas y tantos jóvenes para quienes, entonces, todo sí era posible.
Ese vídeoclip continúa narrativamente otro anterior del mismo grupo, el de la archiconocida canción Take on me, con el que A-ha se dio a conocer al mundo en 1985. Se puede casi decir que fue un vídeo con canción, en lugar de lo contrario, por la influencia decisiva que tuvo en la promoción del single, gracias a la creatividad de su director, Steve Barron, que empleó la técnica del rotoscopio para contar la clásica historia con final feliz de un chico y una chica, pero con la estética de un cómic animado dibujado a lápiz sobre imágenes reales.
Take on me representa el paradigma del videoclip; esa herramienta de marketing y nueva forma de expresión artística que se inventó la televisión MTV a inicios de los ochenta y que puso a disposición de la industria musical, posibilitando que sus artistas alcanzaran una dimensión global y se convirtieran en parte de la cultura popular occidental. A-ha, desde luego, supo aprovechar todo ese potencial creando una obra maestra audiovisual, con la que consiguieron seis MTV Video Music Awards en 1986.
No solo estamos hablando de uno de los mayores hits de la historia de la música, sino que su melodía ha llegado a formar parte del imaginario colectivo como sinónimo de toda una época. Por eso Take on me no puede faltar en ninguna radiofórmula nostálgica, playlist o fiesta de temática ochentera que se precie. Sus notas de sintetizador rezuman el optimismo predominante que recorría occidente desde el final de la II Guerra Mundial, marcado en parte por la creencia generalizada de que abrazando la tecnología, nuestras vidas serían cada vez mejores.
Y así fue, desde luego, para A-ha. Pues alcanzaron el éxito gracias precisamente a que dieron un golpe de timón —junto a Warner, su discográfica— en la parte de la creación musical con mayor peso de la tecnología: la producción. Así, Take on me evolucionó desde una canción que pasó sin pena ni gloria en 1984, a convertirse solo un año después en el número uno que conocemos hoy, gracias a la mano del productor Alan Tarney. Ninguno de los miembros de A-ha sabía muy bien qué hacía un productor musical hasta ese momento. Si alguien también se pregunta por qué su trabajo tiene tanta importancia para que una canción guste o no al gran público, aquí encontrará un gran ejemplo.
Así se fraguó la carta de presentación de Morten, Paul y Magne, que dejaron Oslo para probar suerte con su música desde Londres, porque Noruega se quedaba demasiado pequeña para todo su talento. No fue llegar y besar el santo, desde luego, pues llegaron a vivir cerca del umbral de la pobreza, pero al final consiguieron lo que buscaban: convertirse en estrellas mundiales. El problema es que lo hicieron con un pelotazo de tales dimensiones que, desde entonces y a ojos de demasiada gente, se convirtieron sin serlo en un one hit wonder, una banda de un solo éxito.
Es verdad que, si nos basamos en los datos de reproducciones de las canciones de A-ha en Spotify o YouTube, es complicado sostener esta negación. Take on me supera los dos mil millones de reproducciones y la canción que le sigue (The Sun Always Shines on TV) está solo ligeramente por encima de los cien millones y, de ahí, bajando el resto de sus temas. Es probable que la aparición de este hit en series que han triunfado recientemente entre el público joven —que así ha podido descubrirlos—, como Adolescencia o The Last Of Us (también en el videojuego), haya acrecentado esta brecha y, por tanto, el sambenito que acompaña a este grupo.
Sin embargo, dentro de una carrera que supera ya las cuatro décadas, con once álbumes de estudio publicados, que han vendido más de 50 millones de copias en todo el mundo, se pueden encontrar canciones que aguantan la mirada a Take on me sin pestañear. Solo con escuchar sus primeros tres discos, lanzados entre 1985 y 1988, tenemos un repoker imbatible: la ya mencionada The Sun Always Shines on TV, con su épico solo de violines que solo a ellos les podía quedar así de bien todavía hoy; la poderosa y elegante como ella sola I’ve Been Losing You; Scoundrel Days, en la que demuestran que también sabían ponerse oscuros, y las baladas Hunting High and Low, con una lección magistral de lo que aporta estructuralmente el puente —ese conector entre dos partes de una canción que la música actual ha dejado en peligro de extinción—, en la emoción de una canción pop; y Stay on These Roads, que recuerda que cualquier adiós abre siempre la posibilidad de un reencuentro.
Con elegancia nórdica innata, el trío supo estar a la altura cuando crearon bajo encargo la canción que fue banda sonora de la película de la saga James Bond estrenada en 1987, con la que comparte título: The Living Daylights. Aunque no le faltan los arreglos orquestales estilo 007, la canción es puro A-ha, y una de las mejores en sus directos, por los coros que levanta puntualmente entre el público.
Respondieron con la misma solvencia al recibir la llamada para actuar en el concierto del Premio Nobel de la Paz de 1998, en el que presentaron el tema Summer Moved On, que contiene un infinito solo vocal de Morten, capaz de hacerlo con idéntica duración en los directos. Terminaron así cuatro años de silencio desde su ruptura en 1994, tras publicar la discreta Shapes that Go Together, como canción oficial para los Juegos Paralímpicos celebrados ese año en Lillehammer.
Caprichosa metáfora que el grupo se reuniera en torno a la entrega de este premio —repitieron en 2015—, aparcando las diferencias y tensiones internas que siempre les han acompañado y que tampoco han escondido. En 2021 se estrenó el documental A-ha: the movie (Prime Video), en el que Morten, Paul y Magne hacen todo un ejercicio de honestidad al contar abiertamente que durante mucho tiempo han llegado a no soportarse. Los motivos: desde una lucha de egos por ver quién llevaba el volante artístico, hasta fuertes discrepancias sobre la titularidad de los derechos de las canciones. Su fotógrafo oficial desde 1985 llega a reconocer en esta película lo difícil que ha sido en muchas ocasiones fotografiar a tres personas que no querían estar juntas. Nunca sabremos si esta tensión creativa y competitiva ha sido un acicate para su producción artística o una rémora en su carrera, con despedidas —en 2010 llegó a haber un Farewell Tour de A-ha— y reencuentros múltiples.
En lo que siempre han estado de acuerdo estos tres músicos noruegos es en la necesidad de alejarse de una imagen y sonido demasiado comercial, que impidiera que se les tomara en serio. La ligereza de Take on me, algunos de sus primeros vídeos, como el de Touchy! o You Are The One, más alguna ruborizante sesión de fotos promocionales encendieron pronto esa luz de alerta. De ahí que muchas veces hayan contrarrestado con un sonido más duro, al tiempo que luchado por el lanzamiento de singles con los que su discográfica no estaba de acuerdo, como con el caso de la desgarradora y rabiosa Manhattan Skyline.
A-ha y sus fans
Aunque nunca se han desvivido por sus fans, a lo largo de estos cuarenta años, A-ha ha actuado en más de 600 conciertos celebrados en 38 países. Uno de ellos tuvo lugar en Brasil, donde sus fans son legión. Fue en el estadio de Maracaná de Río de Janeiro en 1992 ante 198.000 personas y todavía tiene el Récord Guiness de la mayor audiencia mundial de un concierto de pago. Una década después, A-ha dio sus primeros conciertos en España, en Barcelona y Madrid, poniendo fin a una eterna espera para sus fans españoles. Una de ellas, Elia, recuerda cómo en 2002 estas actuaciones se suspendieron en sus fechas previstas inicialmente y se tuvieron que aplazar unos meses. “Debido a este cambio, asistí a mi primer concierto de A-ha en La Riviera en Madrid estando embarazada, porque no me lo podía perder por nada del mundo. A lo mejor por eso ahora mi hijo es un fanático de la música en directo”, confiesa.
Esta seguidora de A-ha desde su aparición, cuando ella era todavía una adolescente, también estuvo en el concierto de 2010 en el Palacio Vistalegre de Madrid y pretendía hacer triplete con el de Liverpool programado como parte de la gira Hunting High and Low Tour, en la que tocarían íntegramente su álbum de debut para homenajearlo. La COVID-19 impidió que esta actuación pudiera celebrarse en 2020 y 2021. En 2022, y encontrándose ya en la ciudad de los Beatles, Elia conoció la noticia de que el show se cancelaba por una faringitis del cantante.
Desde entonces, esta fiel del grupo noruego ha mantenido la ilusión por una nueva gira. Pero el pasado 4 de junio conoció la noticia de la enfermedad de Morten. Difícil de asumir algo así para quienes, cada vez con mayor frecuencia, asisten a cómo sus héroes de la Superpop se van haciendo mayores y se convierten en personas vulnerables.
“Cuando me enteré de que Morten tenía Parkinson, sentí una sensación de tristeza y de derrota... una enorme desilusión como si fuera una niña pequeña, porque tal vez ya no pueda volver a verlos actuar. Aunque mantengo una pequeña esperanza. A lo mejor vuelven a dar algún concierto, más íntimo, solo en su país… pero algo”, explica Elia emocionada.
La misma resiliencia ha demostrado el propio Morten Harket al hablar públicamente sobre su enfermedad: “No tengo ningún problema en aceptar el diagnóstico”. Aunque también ha sido muy claro en cuanto a lo que el Parkinson le supone: “No tengo ganas de cantar, y para mí eso es una señal; los problemas con mi voz son uno de los muchos motivos de incertidumbre sobre mi futuro creativo”. “Sé que hay muchas opiniones y teorías alternativas, pero necesito escuchar a los profesionales que tengo a mi disposición”, ha reconocido el cantante de A-ha.
Morten nunca ha querido escuchar a ninguna persona que le diera consejos sobre su voz, porque nunca le han valido de mucho. Nadie le ha exigido tanto como lo ha hecho él mismo. Y es que desde muy niño fue consciente de que tenía un don: su voz eran sus alas con las que cantar. Su capacidad para alcanzar una escala tonal fuera de lo común ha hecho que Morten Harket haya contado siempre con una gran seguridad en sí mismo. Su voz, su imagen y su actitud han hecho que fuera el frontman perfecto y concentrara la mayor atención mediática y de los fans, algo que tradicionalmente ha quitado un peso de encima a sus compañeros.
En 2012, los tres miembros de A-ha se convirtieron en caballeros de la Real Orden de San Olav, la máxima distinción civil que se otorga en Noruega, por su “sobresaliente contribución musical”, gracias a unas señas de identidad que son marca registrada. Aunque podemos verlas también en otras bandas posteriores como Keane o los mismísimos Coldplay, a quienes claramente han influido. Pero lo que no encontraremos por mucho que busquemos es una voz como la de Morten, capaz con su característico falsete de llegar hasta las notas más altas y sostenerlas hasta detener el tiempo.
“No espero alcanzar un control técnico completo. La pregunta es si puedo expresarme con mi voz. Tal como están las cosas ahora, eso es imposible. Pero no sé si podré lograrlo en el futuro”, ha respondido Morten ante la gran pregunta de si podrá o no cantar.
Cuando parecía que había llegado su final, A-ha ha levantado el vuelo muchas veces. Así ha sido desde que Elia y sus amigas se reunían alrededor de un televisor para ver el último vídeo de su grupo favorito, después de haber pasado una tarde de verano cualquiera en la piscina de su urbanización. Parece complicado que Morten Harker pueda volver a utilizar sus alas, y entonces necesitará expresar su arte sin su voz única. Al fin y al cabo, nunca se ha visto únicamente como un cantante. Lo que sí sabemos es que cuenta con muchas canciones de A-ha con las que seguir creando belleza. Porque Take on me tan solo fue la primera.