Yolanda Morató: “La diplomacia de mi silencio ya era entendida como quien calla, otorga”

Yolanda Morató acaba de publicar en la editorial sevillana El Paseo, Desde París. Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Inéditos de 1939 a 1944 de Manuel Chaves Nogales. Se trata del primer tomo de los tres que recogerán las crónicas del gran periodista Manuel Chaves Nogales sobre la Segunda Guerra Mundial, conjunto con más de 600 piezas inéditas de entre 1939 y 1944, compilado y editado por esta catedrática onubense. La entrada Yolanda Morató: “La diplomacia de mi silencio ya era entendida como quien calla, otorga” aparece primero en Zenda.

Jun 23, 2025 - 01:05
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Yolanda Morató: “La diplomacia de mi silencio ya era entendida como quien calla, otorga”

Yolanda Morató (Huelva, 1976) es filóloga, traductora, poeta y bibliófila española, profesora titular en el Departamento de Filología Inglesa de la Universidad de Sevilla. Ha traducido más de una veintena de obras relacionadas con la vanguardia, el modernismo británico y el pensamiento europeo. En 2010 publicó Un mundo de libros, una selección de ensayos sobre librerías en distintas ciudades del mundo de la mano de una docena de colaboradores y con prólogo de Juan Manuel Bonet. En la revista Jot Down reivindicó el papel de las mujeres en «La bibliofilia y el género» (2019). Ese mismo año tradujo Gente rara y libros raros, de E. Millicent Sowerby.

Acaba de publicar en la editorial sevillana El Paseo Desde París: Diarios de la Segunda Guerra Mundial, Inéditos de 1939 a 1944, de Manuel Chaves Nogales. Se trata del primer tomo de los tres que recogerán las crónicas del gran periodista andaluz sobre la Segunda Guerra Mundial, en conjunto con más de 600 piezas inéditas de entre 1939 y 1944, compilado y editado por esta catedrática onubense. Un hito culminante en la recuperación de la obra del gran periodista español del siglo XX.

A raíz de este trabajo, el editor sevillano Abelardo Linares, fundador de la mítica editorial Renacimiento, hace, según el titular del diario donde se publica su artículo, «tres puntualizaciones a la tarea editora de Yolanda Morató que ensombrecen la calidad y seriedad de su trabajo».

Después de varias acusaciones cruzadas de otros tantos involucrados en esta agria polémica, la catedrática Yolanda Morató, hasta ahora en silencio, ha decidido hablar en esta entrevista exclusiva.

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—¿Quién lanza el primer artículo acusador que da inicio a esta polémica?

—El primer artículo lo escribe Abelardo Linares y aparece en ABC, aunque a mí ya me dicen algunos compañeros que el artículo lleva semanas circulando por todas las redacciones de este país, en una versión bastante más extensa y más dura, porque en ella me acusa de supuestos delitos. Pero como se ve que esos medios, al contrastar, deducen que ni siquiera hay asomo de ese supuesto delito, dejan de lado la publicación. 

—Pero la acusación finalmente sale a la luz pública.

"Linares empieza a enviar el artículo por email a diestro y siniestro. Y yo, claro, me empiezo a encontrar con amigos que me dicen que lo han recibido"

—Linares empieza a enviar el artículo por email a diestro y siniestro. Y yo, claro, me empiezo a encontrar con amigos que me dicen que han recibido el artículo en sus correos. Llega un momento en el que sufro una campaña de desprestigio brutal. El profesor J. L. García Martín, por ejemplo, publica unas entradas en su blog donde reproduce una especie de diálogo que es, en realidad, ese artículo de Abelardo Linares disfrazado de conversación. La gente del mundo académico y editorial comienza a hacer comentarios y yo me pregunto con qué impunidad se puede intentar desprestigiar el trabajo de alguien que lo único que ha hecho es publicar unas crónicas de Chaves Nogales libres de derechos y nunca antes recogidas en libro.

—¿Qué argumento esgrime contra ti en ese artículo?

—El argumento es el mismo y su contrario, como una paradoja cuántica. Porque cuando ese mismo trabajo iba a ser editado por Renacimiento era magnífico, pero como al final no fue así y ha salido con la editorial El Paseo, entonces resulta falso y odioso. Según Abelardo Linares, me he apropiado de las crónicas escritas por Chaves Nogales para el diario El Sol; pero también, según Abelardo Linares, he preferido escoger las crónicas brasileñas de Chaves Nogales. Para entendernos, es como el gato de Schrödinger, que a la vez está vivo y muerto dentro de la caja. Para saberlo con certeza hay que abrir la caja y, por tanto, acabar con el experimento cuántico. Linares no quiere abrir la caja y lleva semanas dando rodeos a tres supuestos que ya desmonto en el prólogo y en la sección de procedencias al final del volumen. Al prólogo le critica la brevedad; al trabajo filológico lo llama “inflamado”. El verdadero problema es que mi edición no la publica él, eso es todo. La realidad le lleva la contraria: el primer volumen va ya por su tercera edición. Linares ha conseguido el protagonismo que buscaba, pero no ha logrado cambiar la opinión de los lectores. Solo algunos autores de Renacimiento hablan de las crónicas brasileñas con sorprendente soltura y desprecio.

—Ahí está uno de los objetos de esta polémica. Explica al lector, por favor, qué son las llamadas “crónicas brasileñas” de Chaves Nogales.

"Las piezas llegaron a Brasil por cablegrafía, es decir, mediante un cable submarino que su agencia utilizaba para transmitir a América"

—Son unos artículos (o crónicas periodísticas) que Chaves Nogales escribió para la agencia Havas. Las piezas llegaron a Brasil por cablegrafía, es decir, mediante un cable submarino que su agencia utilizaba para transmitir a América durante unas horas al día toda la información que sus colaboradores le hiciesen llegar. Así combatían la campaña de propaganda nazi que los alemanes estaban llevando a cabo con gran éxito. Linares hace chistes malos, dice que se hace un lío con el cable, pero en vez de hacer tantos chistes podría leerse alguna de las tesis que hay sobre la agencia Havas y sus medios de transmisión durante la Segunda Guerra Mundial. Negar un dato histórico es terraplanismo cultural. Sostiene que esos artículos de Brasil son meras traducciones —a veces terceras y cuartas traducciones—, y que los artículos que él tiene en español son los genuinos y originales de Chaves Nogales. No se da cuenta de que esos supuestos originales (que también son traducciones) no sólo son peores que las crónicas brasileñas (pues son más breves e incompletos), sino que en ocasiones están censurados. Contienen bastante manipulación. Hay, por otra parte, una falta de sensibilidad hacia lo que significa traducir: se diría que Linares ha leído la Ilíada en griego homérico y Guerra y paz en ruso. Los textos periodísticos de agencia, por su propia naturaleza, pierden mucho menos en el traspaso de una lengua a otra. No son sonetos de Góngora. Para las Obras completas de Asteroide, en 2020, traduje algunas crónicas de Chaves que sólo conocíamos en francés. El editor Ignacio Garmendia encontró el original en español de una de ellas, antes de ir a imprenta: ni siquiera la utilizó porque coincidía con mi versión —las mínimas variaciones entre el original y mi versión las anotó a pie de página—. ¿Eso es porque yo soy infalible como traductora? Ni mucho menos: es porque antes de ponerme a traducir a Chaves hice un estudio filológico de sus giros, de su estilo, de su voz, de la frecuencia con que utilizaba ciertas palabras y expresiones. La ayuda de la tecnología en la restauración filológica de textos nos presta herramientas asombrosas y resulta absurdo no utilizarlas.

—¿Lo comentaste en su momento con Abelardo Linares?

—Claro. A mí me llama bastante la atención que alguien quiera darle a sus lectores una versión más pobre de los textos, simplemente por ser el primero o por no tener esa conciencia, ese respeto por el autor. Al menos ese ha sido siempre mi criterio filológico: dar el mayor número de crónicas en extensión y calidad a los lectores. De hecho, hubo un desencuentro entre Linares y yo en ese sentido: yo defendía un criterio cronológico, él prefería la división en medios, es decir: las crónicas, por más que se repitieran en varios periódicos, acabarían por publicarse varias veces, según fuera El Sol, Diario de la Marina, Argentina Libre, Diario de Pernambuco o El Nacional. Así claro que salen 1500 crónicas. Finalmente, terminé eligiendo otra editorial, El Paseo, que no es académica, pero que merece todo el respeto por el cuidado que ponen en los textos. Para esta editorial he hecho una edición libre de notas, de paratextos de prensa, pues quien tiene que llegar al lector es Chaves Nogales, no yo. Yo estoy haciendo un trabajo filológico con el que me siento verdaderamente privilegiada: tratar estos textos de un Chaves en una guerra totalmente distinta. Frente a esto, Abelardo opone como argumento una especie de opinión/tertulia en completa oposición a lo que es la ciencia. Me recuerda al debate de principios del siglo XX (“¡que inventen ellos!”) y que ahora podría traducirse a: “Abajo la ciencia, arriba la opinión”. Eso, en otro orden de cosas, nos ha traído hasta aquí en esta polémica y en este mundo de redes y opiniones infundadas.

—Pero en esta polémica han entrado en juego otras personas tomando partido por él o por ti en redes, o a través de escritos publicados en varios medios de comunicación. ¿Qué te ha hecho a ti no entrar en esta discusión hasta ahora?

"Lo que más me importa son los resultados a largo plazo, porque yo creo en los legados"

—Mi punto de vista es que los trabajos se defienden en los foros donde competen. No soy periodista. Siempre que he escrito una pieza para Jot Down lo he hecho de aquello de lo que sé; no escribo opinión ni jamás he tenido ese tipo de función. Soy una filóloga acreditada a cátedra que imparte clases en la Universidad de Sevilla y enseña a sus alumnos a investigar. Lo que más me importa son los resultados a largo plazo, porque yo creo en los legados. La Universidad, que ha estado en permanente crisis, tiene un problema ahora con una superproducción de artículos (igual que ocurre con las editoriales), porque hoy lo que se impone es publicar mucho. Mi enfoque es el contrario: no hay que hablar tanto; hay que trabajar más. En ese sentido, para mí las ciencias humanísticas son muy comparables a las ciencias básicas. La devaluación de las Humanidades nos ha traído hasta un punto donde parece que cualquiera puede hablar sobre el lenguaje o la investigación filológica. Esta polémica de Chaves Nogales y sus artículos, traducciones y legitimidades tiene mucho que ver con esto.

¿A qué es debido ese envite público contra ti?

—Realmente no lo sé. Hay una carga de violencia en estos ataques que yo creo injustificada. He tenido que soportar comentarios con calumnias e insultos, la mayor parte de ellos procedentes de personas que se esconden tras un pseudónimo en las redes sociales. Yo siempre que comento lo hago con mi nombre y apellidos. Y eso lo hago en todos los foros de mi vida. En la universidad, si no estoy de acuerdo con algo, emito un voto particular. Tengo la conciencia muy tranquila. No quería entrar en esta polémica porque sé que, al final, lo único que iba a conseguir es cumplir con la misión de aquellos que la iniciaron: distraer de lo esencial, que es Chaves Nogales. Levantar una polvareda. Sembrar una duda razonable pero sucia, con respecto a la calidad del libro en el que he trabajado mucho. Es la famosa infoxicación. No quería entrar en este lodazal, pero comprenderá el lector que en esta situación de tener que soportar esta ofensiva a razón de un artículo al día contra mi trabajo, a lo mejor sí que tenía algo que decir. Porque si al final no me pronuncio, de alguna manera parece que estoy dando por válidas esas afirmaciones. La diplomacia de mi silencio, en este caso, ya era entendida como “quien calla, otorga”.

—¿Y qué pasa con Andrés Trapiello, que también había entrado en danza?

—Creo que hay una especie de podio de quién importa y quién no, y yo estoy en el segundo escalón. Al fin y al cabo, formo parte de la Universidad y, por desgracia, la Universidad en España no tiene el peso que sí tiene en otros países. Cuando en Francia o en Inglaterra surgen debates de este tipo, se cuenta con un experto, pero no con un experto en el mundo cultural o editorial, sino con alguien que tiene a sus espaldas un trabajo de investigación y publicación científica que lo define como persona solvente. Trapiello utilizaba su página de opinión en El Mundo para hablar de una supuesta edición “canónica” de las crónicas de Chaves y, al mismo tiempo, valoraba estos Diarios como un libro escrito con mano maestra.

—Abelardo Linares se dice experto en Chaves Nogales; al fin y al cabo, ha editado mucha obra del periodista sevillano.

"Si yo tuviera una columna diaria de opinión, posiblemente me habrían llamado por teléfono para contrastar las barbaridades que se estaban diciendo"

—Abelardo Linares sabe mucho sobre Chaves Nogales, y sobre otros muchos autores de la época a los que ha editado, pero publicar a alguien no te convierte en experto. No he visto que Luis Solano se proclame experto en Chaves, o que Herralde haya dicho nunca que es experto en Bolaño. En el caso de Chaves, hacer fotocopias o mandar a colaboradores a hacer fotos no es sinónimo de investigar en Filología. Ver no es comprender. Yo puedo ver cómo despega un avión y memorizar todos esos botones, pero no los he tocado en mi vida, así que de testigo no paso. Este tipo de dinámicas donde parece que opinión es igual a ciencia y que por estar en los focos de interés se tiene más prestigio que otras personas, simplemente porque estas últimas no participan de esa vida cultural diaria, es muy habitual en estos tiempos. Si yo tuviera una columna diaria de opinión, posiblemente me habrían llamado por teléfono para contrastar las barbaridades que se estaban diciendo. Pero a mí, con la excepción de Ángel L. Fernández, de Jot Down, nadie me ha llamado para informarse sobre estos ataques. Bueno, tú sí pusiste Zenda a mi disposición, y por eso estamos aquí en esta entrevista.

Llama mucho la atención que, en esta polémica, los únicos científicos sean dos mujeres que se han acercado a la obra de Chaves Nogales, precisamente como expertas académicas, una en su tesis doctoral y la otra en sus investigaciones filológicas: Maribel Cintas, catedrática de Instituto, y tú misma, Yolanda Morató, catedrática de Universidad.

—En mi caso, sinceramente, es que no quiero salir a la palestra. Hay personas que tienen un perfil más divulgador y se centran en eso. Nada que objetar, por supuesto. Soy una persona sociable, pero me siento intimidada por todo este despliegue. No tengo la menor ambición por ser una figura pública, como aconsejan ahora. Lo único que sé es que estoy haciendo mi trabajo como filóloga. Y otros no están haciendo el suyo.

—¿Quiénes no lo están haciendo?

—Las personas que han publicado versiones de esta historia sin contrastar no están haciendo su trabajo. Han creído a alguien por razones de amistad, prestigio, o por “los años que lleva”, que es un argumento muy de aquí. Siempre les digo a mis alumnos que en el edificio de la Facultad de Filología hay puertas que llevan ahí doscientos años y cierran muy mal. Los años que alguien lleve en algo no son un aval de calidad o profesionalidad. Es más, a veces la permanencia de años vicia y merma la eficacia. He tenido estudiantes que con tres años de investigación son increíbles portentos.

—¿Entonces no te ha llamado ningún medio?

"Ese documento de Linares ha transformado esta historia en una telenovela"

—Los que me han llamado o han llamado a mi editor para interesarse por este ataque (me niego a llamarlo polémica) son aquellos que finalmente han decidido no publicar las declaraciones de Abelardo Linares. Precisamente porque han podido contrastar, claro. Nuestras declaraciones tampoco se publicaron, ojo. Vieron que en ese ataque no había más que un ardid para echar fango sobre mi trabajo y se negaron a colaborar. De todas maneras, todo esto es vergonzoso. Ese documento de Linares de casi seis páginas circulando por cuanto correo y por cuanto medio podía alcanzar, así como sus nefastas consecuencias mediáticas, ha transformado esta historia en una telenovela. A mí me da vergüenza ajena. Pero hay que seguir adelante, claro. Y como decía mi paisano Juan Ramón Jiménez, defenderse con el trabajo gustoso.

—Pues sigamos adelante, pues. ¿Cuáles son tus nuevos proyectos con la editorial El Paseo?

—El proyecto de El Paseo es un proyecto a largo plazo, pues además de sacar estos tres volúmenes anunciados de Chaves Nogales que van a ir saliendo a lo largo del año, también publicaremos parte del trabajo que tengo de Chaves Nogales anterior a la Segunda Guerra Mundial. Seguiré publicando mi trabajo de investigación con El Paseo, desde luego, pues no sólo me ha acogido legalmente, es decir, con un contrato y una serie de condiciones lógicas, sino también con un apoyo incondicional. La pena, aunque ahora realmente me da igual, es que el mundo académico, al que yo pertenezco, exige publicar en editoriales que estén en una serie de índices (este interesante tema da para contar los entresijos del ámbito universitario, y será un proyecto que desarrollaré a medio plazo). Esa es la poderosa y miserable razón que hace que, precisamente en el ámbito de la Universidad, se produzca la ley del silencio.

—¿La ley del silencio contra Chaves Nogales?

"Renacimiento es una editorial que está situada en ese ranking académico y ningún profesor quiere cerrarse la puerta a futuras publicaciones"

—Contra la justicia. Mira, si no hay profesores hablando públicamente de este asunto es porque Renacimiento es una editorial que está situada en ese ranking académico y ningún profesor quiere cerrarse la puerta a futuras publicaciones. Especialmente en Sevilla, claro, donde todos nos conocemos. Todo tiene una cara B, y la de este asunto es que había una serie de profesores trabajando en Chaves Nogales para Renacimiento. Yo eso no lo sabía. Cuando Abelardo Linares me pasa ese volumen de artículos de Chaves que dice que “me encarga”, lo primero que le pregunto es: “¿Este trabajo de transcripción quién lo ha hecho?”. Como filóloga que ha dedicado mucho tiempo a la lingüística forense, enseguida divisé algunas cosas que me hicieron sospechar de que ahí había varias manos. Su respuesta fue “lo hemos hecho nosotros; la editorial Renacimiento”. No pude obtener otra respuesta más clara. Pero a raíz de esta polémica vi que había un entramado, un chanchullo que se me había ocultado. Es muy interesante, porque en todas mis notas doy siempre los nombres y referencias de las personas que localizan los documentos. Es la primera regla de la filología. De hecho, una de las calumnias que Abelardo Linares escribe en ese documento es que me he apropiado de los textos de Chaves sin ni siquiera reconocérselo, cuando Linares aparece en mi “Nota a la edición”, citado entre otros, por supuesto. Y claro, eso lo escribí antes de saber de todo este oscuro enredo. Ha aprovechado la polémica para acusarme de mentir y ocultar el trabajo de esos especialistas que él mismo me negaba. Ahora, en la tercera edición, todas estas personas tienen su reconocimiento; también agradezco al escritor peruano Javier Ponce Gambirazio las imágenes de El Sol que me proporcionó, porque era necesario contrastar todas las fuentes. En cuanto al dinero invertido en las transcripciones que reclama Linares es de chiste, como si no hubiera ya modo de convertir una imagen en texto editable en un segundo con un dispositivo móvil. ¡Los problemas con la tecnología de algunos adalides humanistas es para llorar… de risa!

—¿Y lo del viaje a Cuba de Abelardo Linares?

—Ah, eso. Más risas por no llorar. Es que esta es la historia interminable de las calumnias y los dislates, pero me alegra que me preguntes sobre ese tema, pues encierra una anécdota significativa de la que nadie quiere hablar: la de la “economía de la esencia”.

—Economía de la esencia. ¿Qué significa eso?

"Y así una larga lista de errores de concepto, algunos sin sentido, en los que Chaves Nogales jamás incurriría en su lengua materna, claro"

—Chaves Nogales publica varios artículos en el Diario de la Marina entre 1939 y 1940 (algunos nunca recogidos hasta mi edición) y Linares dice que son los que él consiguió tras un viaje a Cuba. Todo aquel que investigue sobre el periodista sabe que ese viaje a Cuba era del todo innecesario, al menos en lo que concierne a Chaves Nogales, pues sabemos que esos artículos están en la Hemeroteca Nacional y se pueden consultar, leer y estudiar: la mayoría de los números de dichos diarios se encuentran digitalizados. De hecho, yo he sacado la información de la hemeroteca; he trascrito esos textos y al hacerlo me he dado cuenta de algo que hasta entonces Linares no había visto o no me había querido decir: esos textos de Chaves Nogales no eran originales, sino traducciones. Hay muchas evidencias, sería interminable detallarlas y, por eso, en el prólogo del libro sólo cito una poco significativa y una abrumadora y definitiva, y es precisamente la que te comentaba de la “economía de la esencia”. Hay que haber leído muy poco a Chaves, o respetarlo menos todavía, para pensar que en su artículo sobre la situación de Francia escribió que el país estaba sufriendo una “economía de la esencia”, como aparece trascrito. No hay que ser Champollion para darse cuenta de que Chaves Nogales está haciendo referencia al “ahorro en gasolina”; es decir, “l’économie de l’essence”. Si Linares alcanza a hacer una edición de estas crónicas de Chaves que ya he editado yo, me gustará ver cómo lo resuelve, si deja a Chaves Nogales hablando de “la economía de la esencia” en Francia, o, por ejemplo, si cambia las “abstinencias” por “abstenciones”, cuando el texto se refiere a una votación parlamentaria. Y así una larga lista de errores de concepto, algunos sin sentido, en los que Chaves Nogales jamás incurriría en su lengua materna, claro. Quizás dedique un proyecto donde refleje todos esos errores que nos han traído hasta aquí y cuya consecuencia había sido que aún, después del tiempo transcurrido, no tuviésemos las crónicas de Chaves Nogales. Y no las teníamos porque no se estaba haciendo bien el trabajo. No se atendía al modo de transmisión de aquel entonces por parte de las agencias de noticias. Lo que nos devuelve mi edición, precisamente, es una oportunidad para leer correctamente estas 600 piezas únicas.

—Abelardo dice que son muchas más.

—Claro que son muchas más, pero ¿queremos engañar a los lectores? Son muchas más. ¡Repetidas! Lo digo claramente en la parte final del libro, dedicado a las procedencias de los textos. Hay algunas crónicas de Chaves que aparecen (las mismas) hasta en cinco diarios diferentes. Lo que hago, para quien le interese, es cotejar unas y otras, indicando la parte censurada, o la parte repetida.

—¿Qué te ha aportado a ti, en medio de este huracán inesperado, el conocer y leer a Chaves Nogales?

—Tengo que reconocer que, en medio de este episodio farragoso, sucio, zafio, y ante el cansancio y la enfermedad y las consecuencias académicas que he tenido que atravesar (ese es otro tema) así como después de horas de trabajo robadas al día y, sobre todo, a la noche (yo duermo como Churchill, cuatro horas, lo que pasa es que no tengo su bañera —risas—) pienso que, si alguien con tantas dificultades a lo largo de su vida como tuvo Chaves pudo vencer los obstáculos, ¿quién soy yo para venirme abajo? Y en eso estoy.

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