El fin de la broma infinita
Millás entra en la etapa de juventud de su vida matizándose constantemente a sí mismo. A fin de cuentas, si uno piensa en su propio pasado, la pregunta que más le atañe es si fingió o fue sincero. Y si decide que fingió, se planteará si fingir se asemeja en algo a la mentira. «Con... Leer más La entrada El fin de la broma infinita aparece primero en Zenda.

De pronto uno se descubre a sí mismo. En algunas ocasiones con horror, en otras sacando la mejor de tus sonrisas. Como tienes miedo de que tu imagen se aleje, te propones algún tipo de registro que la haga más permanente: no puede ser un acta notarial; así pues, recurres al autorretrato en cualquiera de las versiones que permiten las artes. Y te da miedo pensar, mientras miras a tu espalda, que además de ese también eres otro. El asunto es qué van a leer de tu autorretrato aquellos que tengan acceso a él, porque ahí está imbuida tu verdad, esperas, pero también todo lo que has fingido a lo largo de los años. O controlas mucho lo que pretendes decir, o para el lector podrás ser vaya usted a saber qué cosa. Y una posible estrategia de control es el extrañamiento, ese que puede estar en cualquier punto del camino que va desde Kafka a Francisco Ibáñez. Lo familiar es muy raro, ya lo sabemos, en la literatura de Juan José Millás (Valencia, 1946), que ya comenzó en El mundo a presentarnos esa familiaridad más próxima, la de su propia biografía, y que continúa aquí, en Ese imbécil va a escribir una novela. Uno siente la tentación de utilizar el término autoficción, pero la costumbre de escribir sobre uno mismo hace siglos que superó lo biográfico para saber que lo que importa es lo vivido: que una vez rompiste el jarrón chino de tus padres es un hecho biográfico, pero lo vivido incluye la emoción que te produjo, sea esta de arrepentimiento o de comedia.
No contento con todo ello, Millás, que sabe que moverse supone moverse por dentro, pega los sucesos de esta obra a la amistad, o a los amigos. Entre otros, al imbécil que va a escribir una novela. La cuestión que le lleva a internarse en el terreno que tal vez sea el que más nos importa tiene que ver con la vejez, en la que se siente obligado a ser más yo que nunca, en la que la memoria está más condicionada de lo que estuvo jamás: «Pero ¿a dónde telefonear desde la vejez?».
«—Bueno —admitió—, está muy bien, pero me pareció que te exponías poco y eso no es lo normal en ti.»
Esta frase la pone en boca de la redactora jefe que tiene que aprobar la publicación de un reportaje del Millás personaje. Bien, de acuerdo, hacer literatura es correr riesgos, que en el caso de Millás son riesgos de ingenio y tienen que ver con el yo que le habita. Una vez que conocemos su impulso, sólo cabe dejarse llevar. Y aconsejar a la gente que estudie un poco las terapias de constelaciones familiares, que a Millás le encantarían, esas de las que forman parte hasta las parejas anteriores de tus padres, esas personas que un día fueron importantes para ellos, pero que tuvieron que hacerse a un lado para que tú pudieras existir.
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Autor: Juan José Millás. Título: Ese imbécil va a escribir una novela. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros.
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