¡De cónsul a cónsul ! ¡De Reverté a Reverte!

Daba la casualidad de que yo, por aquellas fechas, intentaba digerir la lectura del único libro que he leído dos veces en mi vida. He definido “digerir”, ya que aunque me fascine la ley del mar y todos sus hábitos y costumbres, no es menos verdad que mi ignorancia supina en dicho tema es muy... Leer más La entrada ¡De cónsul a cónsul ! ¡De Reverté a Reverte! aparece primero en Zenda.

Jun 11, 2025 - 09:05
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¡De cónsul a cónsul ! ¡De Reverté a Reverte!

Era un 9 de agosto del 2016, en el que yo me encontraba detrás del mostrador de la tienda tintinesca de CANTONET, situada en la calle València 412 de Barcelona, cuando de pronto veo a un señor muy bien arreglado observando el pequeño escaparate que poseía el establecimiento. Aquello que escudriño un poco y observo que la persona citada en cuestión no es otra que don Arturo Pérez-Reverte.

Daba la casualidad de que yo, por aquellas fechas, intentaba digerir la lectura del único libro que he leído dos veces en mi vida. He definido “digerir”, ya que aunque me fascine la ley del mar y todos sus hábitos y costumbres, no es menos verdad que mi ignorancia supina en dicho tema es muy elevada. El libro del que hablo es Cabo Trafalgar.

Añadiré que, siendo bastante joven, aprendí que en el mar hay un lenguaje ciertamente desconocido por los que no acostumbramos a visitarlo, y una experiencia juvenil en dicho medio me impactó.

"Habiendo evaluado el interés que le depositó lo que se le ofrecía detrás del vidrio, veo que abre la puerta, se apresura a entrar"

Me explicaré: cada año un grupo de cinco amigos hacíamos una salida marítima con la lancha de uno de ellos para practicar o intentar el esquí acuático. Digo “intentar” porque personalmente era lo que me podía consolar y alegrar. Un buen día una patrullera de la Guardia Civil se nos acercó y con altavoz en mano nos ordenó con voz de mando: “¡Abarlóense a estribor!”. Esa frase me impactó. No entendía qué nos quería decir. Por suerte el patrón de la barca sabía perfectamente a qué se refería dicha orden. Pidieron los documentos correspondientes, vieron toda una serie de pequeñas irregularidades para poder navegar y nos mandaron de vuelta al puerto, arruinando nuestra excursión marítima, pero me quedé impactado por la frase que surgió del altavoz. De ahí mi particular curiosidad por todo lo relacionado con el mar, su lenguaje, sus normas y la lectura repetida del libro mencionado.

La presencia de dicho escritor delante de nuestro escaparate me provocó un subidón considerable y una preparación de mi porte y acicalamiento a la altura de su visita, en caso de que tuviera a bien entrar en nuestro local.

De pronto, habiendo evaluado el interés que le depositó lo que se le ofrecía detrás del vidrio, veo que abre la puerta, se apresura a entrar, y recibo como saludo un “buenas tardes” bastante genérico, al cual contesto: “Buenas tardes, don Arturo. Qué suerte tiene mi establecimiento de poder atender a su persona, dándose la coincidencia de que yo me llamo Reverté, como usted”.

Se me quedó mirando con una sonrisa quieta, me preguntó sobre dicha casualidad y si sabía de dónde venía nuestro apellido, con todas sus pequeñas variantes ocasionadas por distintas vicisitudes de los siglos transcurridos.

"Tuve el placer de poderle enseñar distintas publicaciones que le pudieran interesar, relacionadas con Tintín y la obra gráfica de Hergé"

Le contesto que, como mucho, dadas unas circunstancias muy concretas, sabía que mi abuelo y sus padres provenían de Sant Carles de la Ràpita, a lo que me contestó: «No, no. Muy anterior. Nuestro apellido proviene de las gentes que bajaban de las montañas de los Pirineos para alistarse en las tropas de la Corona de Aragón. Gente muy brava que bajaba serpenteando las montañas hasta los valles, “revertiendo el camino”».

¡Fantástico! Me pareció muy interesante su explicación.

Acto seguido, tuve el placer de poderle enseñar distintas publicaciones que le pudieran interesar, relacionadas con Tintín y la obra gráfica de Hergé. Entre ellas le enseñé el periódico Libération del día de la muerte de Hergé, en el cual todas las noticias y artículos se encuentran ilustrados con dibujos e imágenes de Tintín. Y como las cosas son como son, explicaré que en las últimas hojas de dicho periódico, en el apartado de contactos, se muestra un dibujo ciertamente duro y desagradable para según qué ojos, que no es otro que el Profesor Tornasol haciéndole una felación al capitán Haddock, en cuyo pene lleva tatuada una ancla. Eso es así y así lo he explicado. De dicho periódico, don Arturo me comentó: “Conocía su existencia, pero no había visto nunca ninguno”.

De los libros que le propuse se interesó por uno dedicado a las fuentes de inspiración que utilizó Hergé para adaptar a sus dibujos, siendo dicha publicación un resumen de la exposición que se llevó a término en el Museo de Historia de Catalunya, situado en el edificio llamado Palau de Mar, junto al puerto de Barcelona, y con unas maravillosas vistas a Montjuic desde el restaurante que se encuentra en dicho edificio.

Dicha exposición y libro se titularon: “Aquell jove repòrter belga que tenia un fox terrier blanc”. Exposición sublime llevada a cabo por la asociación tintinaire de Sabadell, llamada “Moulinsab”, en la que Cantonet participó, junto a otras personas, en la decoración de la misma mediante figuras y publicaciones originales de cada uno de los 24 álbumes de que se componían las distintas estancias de dicha exposición.

"Me consta que la decisión de prohibir el nombre de Tintín en el título fue innegociable. Sobran comentarios"

Comprobará el lector que el uso de la palabra “Tintín” en el título quedó totalmente vetada por Moulinsart, dificultando la comprensión del nombre de la exposición —comportamiento por su parte de lo más irracional que ha parido madre, pero así los han engendrado—, y me consta que la decisión de prohibir el nombre de Tintín en el título fue innegociable. Sobran los comentarios.

Dado el interés que sostuvo por dicho libro le informé: “Don Arturo, es en catalán”, a lo cual me contestó con gran dosis de autosuficiencia: “Da igual, me interesa. Me hago con uno”. Pensé: “Chapeau”.

Siguió merodeando por la tienda y de pronto se interesó por una lata de cangrejo, la cual tenía el inconveniente de que en vez de poner “CRABE EXTRA” ponía “CAN TONET” (regalo personalizado del señor que nos las suministraba) y le dije: “Don Arturo, ésta no se la puedo vender. Es mía, lleva nuestro nombre”. Constaté que se quedó un poco chascado, y todavía más cuando le informé de que no nos quedaban más en stock.

"Se llevó un par de cosas más sin gran relevancia, en plan souvenir, y se despidió con la promesa de que algún día volvería"

Se llevó un par de cosas más sin gran relevancia, en plan souvenir, y se despidió con la promesa de que algún día volvería. Intenté ser muy profesional, hasta el punto que no le pedí ni fotos, ni firmas, ni dedicatorias, ni nada que pudiera suponer ser invasivo; hecho que mis amigos y conocidos me retrajeron sumamente. Es más, unos clientes mexicanos lo reconocieron y quisieron abordarlo en mi recinto, a lo cual me negué, y les pedí que, en todo caso, se esperaran fuera de la tienda y que si don Arturo les quería complacer en la calle, ya les atendería. Efectivamente, al salir de la tienda, don Arturo accedió a la petición de dichos señores y se fotografió con ellos.

Dado el sinsabor que le produjo el no poder obtener en propiedad la susodicha lata de cangrejo, le sugerí a Mª Carmen que en el siguiente pedido de latas no nos olvidáramos de poner en custodia una de ellas, todo a la espera que don Arturo tuviera a bien repetir su visita a nuestra tienda.

Y así fue. Pasaron dos años, y en una fecha de agosto parecida a la de su anterior visita se volvió a presentar en la tienda. Aquel día era Mª Carmen la que estaba detrás del mostrador. Don Arturo entró en el local preguntando por mi persona, pero ante mi ausencia, mi mujer le dijo que tenía un recado de mi parte para él. Su extrañeza fue manifiesta. Supongo que se debió de plantear qué tipo de recado podía tener yo hacia él después de dos años sin pisar la tienda. Ante su reacción expectante, Mª Carmen abrió uno de los armarios, y sacando de él un objeto bien envuelto se lo ofreció y le dijo: “Tenga, don Arturo. Esto es para usted. Éste es el recado de mi marido”. Según me explicó mi mujer, la cara de don Arturo pasó de ser expectante a un punto de incredulidad delante de lo que tenía en sus ojos y sobre todo de haber estado dicha lata de cangrejo guardada sigilosamente durante dos largos años. Finalmente, el punto de satisfacción y agradecimiento fue tal que se hizo un pequeño reportaje fotográfico con la lata en nuestro establecimiento y al día siguiente dio publicidad de la adquisición vía Twitter.

"A los pocos días, varias personas se presentaron en la tienda preguntando sobre su estancia en ella de don Arturo"

No sé si aquel día compró o dejó de comprar. Lo que sí sé es que le enseñó a Mª Carmen un trozo de papel con nuestra dirección, puesta a disposición del taxista que lo condujo hasta la puerta de nuestra tienda, como prueba de haber venido expresamente a vernos.

A los pocos días varias personas se presentaron en la tienda preguntando sobre su estancia en ella de don Arturo. Admiradores suyos que siguen sus pasos allí donde va. Una de estas personas era una señora de Reus cuya devoción por don Arturo me la dejó manifiesta, y a mi parecer ciertamente desmesurada. ¡¡¡Sorprendente!!!

Con el tiempo he constatado que el recuerdo de la consecución de dicha lata don Arturo lo evoca con alegría y lo tiene muy latente.

Es muy satisfactorio ver cómo la ilusión y felicidad de los demás egoístamente se convierte en la tuya, por lo que reiteradamente concluyo pensando en que… ¡Por suerte siempre nos quedará Tintín!

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