El deporte que merecemos
Al igual que en cualquier otra esfera de la sociedad, el deporte manifiesta y reproduce desigualdades estructurales. Por lo tanto, hablar de igualdad en el ámbito deportivo no es tratar de algo secundario. Es hablar de justicia, derechos y dignidad. La entrada El deporte que merecemos se publicó primero en Ethic.

El deporte tiene un poder transformador. Une, motiva, inspira, enseña, educa y moviliza. Es un lenguaje universal que trasciende edades, culturas y territorios. Sin embargo, también, al igual que en cualquier otra esfera de la sociedad, manifiesta y reproduce desigualdades estructurales. Por lo tanto, hablar de igualdad en el ámbito deportivo no es tratar de algo secundario. Es hablar de justicia, derechos y dignidad. Y también de urgencia.
Actualmente, el deporte continúa siendo un lugar donde las mujeres, adolescentes y niñas se topan con obstáculos visibles e invisibles: escasez de recursos, limitación de visibilidad, diferencias salariales, violencia simbólica, discriminación y acoso sexual o por razón de sexo. No se trata de situaciones anecdóticas ni de hechos aislados. Son indicadores de un sistema que todavía clasifica cuerpos, voces y trayectorias según el sexo.
Los datos lo corroboran: de acuerdo con el Ministerio de Igualdad, más del 80% de las mujeres en el ámbito deportivo han presenciado o experimentado situaciones de violencia o discriminación. Y, no obstante, los casos que se revelan son solo la punta del iceberg. La mayoría se callan debido al temor, a la escasez de vías de denuncia o a una cultura que todavía hoy privilegia más a quien agrede que a la víctima.
Más del 80% de las mujeres en el ámbito deportivo han presenciado o experimentado situaciones de violencia o discriminación
La reciente visibilidad de casos de acoso y violencia sexual en el ámbito deportivo profesional, algunos de ellos con gran repercusión en los medios de comunicación, han servido como impulsores para iniciar un debate esencial. Pero un diálogo no es suficiente. Necesitamos políticas, protocolos, formación y, principalmente, un compromiso constante que cubra todos los niveles del deporte: desde los grandes clubes hasta las escuelas municipales, desde las gradas hasta los vestuarios.
La violencia sexual y el acoso no se limitan a la élite, ocurren en los entrenamientos del barrio, en las competiciones escolares, en las conversaciones habituales en el banquillo o en los silencios molestos cuando alguien se anima a expresarse.
¿Qué necesitamos para transformar esta realidad?
Primero, un compromiso firme con la implementación eficaz de los Planes de Igualdad y los protocolos de prevención y actuación ante el acoso sexual y por razón de sexo. No es suficiente con firmarlos y/o guardarlos: deben ser reconocidos, actualizados, divulgados y activados. Cada trabajador y trabajadora que pertenecen a una entidad deportiva independientemente de su función debe tener conocimiento de cómo reaccionar ante un escenario de acoso, a quién acudir y qué garantías existen.
Segundo, educación y formación con una perspectiva de genero e interseccional, que no se reduzca a lo teórico, sino que establezca una conexión con la experiencia, con la emoción y con la empatía. Organizaciones que faciliten la revisión de privilegios, la detección de violencias normalizadas y naturalizadas y la creación de nuevas formas de relación más saludables y respetuosas. Experiencias como las formaciones en 3D inmersivas, como la realizada por el Levante UD con la acción «Si no lo vives, no lo sientes», evidencian que se puede provocar un cambio significativo cuando se da prioridad a la pedagogía transformadora.
Además, es imprescindible asegurar espacios seguros en las categorías base, donde niñas, niños y adolescentes puedan crecer sin temor, con libertad y en condiciones de igualdad. En este contexto, los clubes, entidades deportivas y las familias desempeñan un papel esencial. El deporte no solo modela cuerpos, sino que también cultiva valores. Y asumimos el deber de que esos principios sean la igualdad, el respeto y la inclusión.
El deporte no solo modelo cuerpos, sino que también cultiva valores
Y, naturalmente, necesitamos de alianzas. Porque nadie puede realizar este cambio en solitario. Las Administraciones Públicas, los clubs, consultoras especializadas, las organizaciones feministas, las deportistas y los deportistas, el equipo técnico, las universidades… todos los elementos son imprescindibles para edificar un ecosistema deportivo en el que la igualdad no sea un discurso, sino una práctica diaria.
Estamos en un momento crucial. Indudablemente existen progresos, pero también existen resistencias. Por esta razón es crucial no disminuir la alerta, no limitarse a acciones simbólicas ni a campañas esporádicas. Lo que está en juego no es únicamente el bienestar de quienes practican deporte. Lo que esta en juego es la clase de sociedad que estamos dispuestos y dispuestas a edificar: una sociedad en la que el deporte sea, en realidad, un derecho para todas las personas. Sin miedo. Sin violencias machistas. Con igualdad.
Ya que el deporte que merecemos no es el que permite el acoso, invisibiliza a las mujeres o premia el silencio. El deporte que merecemos es el que fomenta y educa la igualdad, celebra la diversidad y se transforma en un lugar de libertad, empoderamiento y cambio colectivo.
Ya que cambiar el deporte no solo implica cambiar las reglas del juego, sino también cambiar la manera en que nos percibimos, nos miramos, nos cuidamos y nos identificamos como iguales.
Elisabeth García, CEO de Elig Consultoría y formadora en igualdad
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