El diseño como un motor que impulsa el cambio

¿Qué hace alguien escribiendo sobre movilidad eléctrica en un medio sobre diseño y arquitectura?

Este artículo no va de tecnología, ni de automoción, no va de diseño de coches ni del interior de estaciones de servicio con electrolineras. O posiblemente vaya precisamente de todo ello, también de diseño de interfaces, de pantallas, de apps y de diseño gráfico. Este artículo va del diseño de experiencias. Va de nosotras y nosotros, de la experiencia de usuario.

Porque el diseño es lo que ocurre entre las personas y los objetos. El diseño es lo que nos hace la vida más fácil (o más complicada), y teniendo en cuenta la realidad de nuestro día a día y la movilidad personal como algo que está en plena transición hacia un modelo más sostenible basado en vehículos eléctricos, me puse a pensar que este cambio no solo implica una transición tecnológica, sino también una oportunidad única para el diseño, especialmente en la intersección entre arquitectura, diseño de producto y experiencia de usuario. 

La movilidad eléctrica está transformando cómo nos movemos y cómo interactuamos con nuestro entorno. Las interfaces visuales, digitales y físicas no solo determinan cómo interactuamos con un vehículo, sino también cómo percibimos la experiencia de conducir. La llegada de los coches eléctricos ha amplificado esta relevancia, ya que su cambio de paradigma nos invita a repensar cada elemento del proceso: desde la conducción hasta la carga.

Y esto me lleva a un ejemplo claro, que es el diseño de los puntos de recarga. La fricción mata la experiencia. Una estación mal diseñada puede arruinar la experiencia de carga, frustrar al usuario y desincentivar la adopción de vehículos eléctricos. Por el contrario, un diseño intuitivo, accesible y funcional convierte la recarga en un acto invisible, garantizando la satisfacción del usuario. Este principio no es exclusivo de la movilidad eléctrica; es la esencia del buen diseño: ser transparente, facilitar la interacción y mejorar la experiencia.

La arquitectura también ha de tener un papel crucial en este escenario. La integración de estaciones de carga en entornos urbanos o rurales no puede ser solo una cuestión funcional. Debe considerarse su impacto visual, su relación con el entorno y su capacidad para adaptarse a las necesidades de las personas. Pensemos en cómo la arquitectura puede transformar un simple punto de recarga en un espacio acogedor, que invite a la pausa y al disfrute. Esto no solo mejora la experiencia del usuario, sino que también refuerza la percepción positiva de la movilidad eléctrica. Y aquí, como el el diseño de las interfaces, hay asignatura pendiente aún.

El diseño de producto también juega un rol esencial. Los coches eléctricos no solo redefinen la estética de los vehículos, sino también cómo los habitamos. Los interiores se convierten en espacios más flexibles y adaptados a nuevas formas de uso, desde trabajar hasta descansar. Además, los materiales sostenibles y las soluciones modulares reflejan un compromiso con la sostenibilidad y la innovación, valores que deben estar en el centro de esta transición y que refuerzan el mensaje y misión que desde la Fundació del Disseny de la Comunitat Valenciana, como entidad de promoción del diseño, venimos fomentando.

El campo que abre la movilidad eléctrica es mucho más que vehículos: es una oportunidad para el diseño. Es un laboratorio vivo donde arquitectura, diseño de producto, diseño de servicios y tecnología convergen para mejorar nuestra relación con los objetos y con el entorno.

Por eso, los coches eléctricos son mucho más que una alternativa sostenible. Son un recordatorio de cómo el diseño, en todas sus disciplinas, tiene el poder de transformar no solo la forma en que nos movemos, sino también cómo vivimos.

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