“F1: La película” guarda las esencias del cine de Hollywood de los 90

Fórmula 1 ocupará más titulares por su abultado presupuesto, producto de la voluntad de filmar cuanto más posible de manera real y realista las carreras y la vida en los circuitos, y por las posibilidades de recuperarlo con una audiencia seducida ya por otros entretenimientos y franquicias. Sobre todo la norteamericana, interesada más bien poco... Leer más La entrada “F1: La película” guarda las esencias del cine de Hollywood de los 90 aparece primero en Zenda.

Jun 20, 2025 - 03:05
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“F1: La película” guarda las esencias del cine de Hollywood de los 90

En cierto modo, y como en el casi proscrito cine testosterónico de la era Bruckheimer, toda la tesis de esta F1: La película, blockbuster al estilo noventero a la medida de Brad Pitt y confeccionado con el modelo fílmico de la excelsa Top Gun: Maverick, del mismo director, Joseph Kosinski, se resume en algo tan varonil como una partida de cartas. En ella, los dos rivales y compañeros de equipo, dos generaciones diferentes y dos hombres con diferentes intereses, se significan a sí mismos en una competición de egos e identidades insatisfechas a golpe de frase sentenciosa (one-liner, dicen por allí) y gag varonil.

Fórmula 1 ocupará más titulares por su abultado presupuesto, producto de la voluntad de filmar cuanto más posible de manera real y realista las carreras y la vida en los circuitos, y por las posibilidades de recuperarlo con una audiencia seducida ya por otros entretenimientos y franquicias. Sobre todo la norteamericana, interesada más bien poco en esa práctica automovilística, y las nuevas generaciones, quizá poco duchas en el tipo de clichés masculinos que la factoría Bruckheimer convirtió en (videoclipero) libro de estilo con Top Gun, Días de trueno y otras. Pero basta ya de dañinas suposiciones.

"Esto no es más que un entretenimiento de lujo que recupera nociones del cine de efectos especiales y estrellas de cine de hace treinta años"

Kosinski, digno heredero de Tony Scott y Antoine Fuqua, no parece sufrir demasiado por las perspectivas de taquilla y tiene claro lo que quiere ofrecer. Y esto no es más que un entretenimiento de lujo que recupera nociones del cine de efectos especiales y estrellas de cine de hace treinta años, ese que desapareció con el auge y monopolio de IPs, franquicias y estrategias cruzadas de marketing, y que se fija con fuerza a la creación de un lugar y personaje marcados. F1: La película, film acosado por algunos defectos que ahora enunciamos (sobre todo relativos a la constelación de actores secundarios) tiene bien claro que su núcleo emocional son la visualización realista y potente de las carreras y la búsqueda de la identidad de un nuevo Maverick, o si quieren un nuevo cowboy, encarnada en la figura del Sonny Hayes de Brad Pitt.

Concluyamos que industrialmente esta Fórmula 1, financiada por la todopoderosa Apple, distribuida por la (todavía) poderosa Warner Bros, e impulsada también por múltiples espónsores y anunciantes de esta disciplina automovilística (factor nada baladí y que ayudará a que el reporte de beneficios deba medirse en base a otros factores), puede presumir de ser la película de verano que más claro tiene sus objetivos junto a la reciente Misión Imposible: Sentencia final.

"Kosinski vuelve a sacar sobresaliente con un show pensado para exquisitos del cine: todo el invento es IMAX; el diseño de sonido mete al espectador en el mundo de los circuitos"

¿Y artísticamente, sin podemos aplicar —y lo aplicamos— ese término a un espectáculo de esta estirpe? Pues muy bien, gracias. La película de Kosinski, digno heredero como decimos del cine de Tony Scott, sufre de algo que Top Gun: Maverick, la película que restauró el cine después de la pandemia y en la que se apoya con descaro, solucionaba bastante bien. La constelación de personajes con los que Sonny Hayes (Brad Pitt) se relaciona son bastante menos interesantes, empezando por el joven piloto que incorpora Damson Idris. Su relación no echa precisamente chispas y el guion de Ehren Kruger tampoco encuentra la manera de hacer que destaque, como tampoco el componente romántico del primero con Kerry Condon. Sí brilla un extraordinario Javier Bardem, convertido ya en el secundario “premium” con opción a protagonista que necesita la industria en un mundo sin Sean Connerys o Gene Hackmans.

Pero técnicamente Kosinski vuelve a sacar sobresaliente con un show pensado para exquisitos del cine: todo el invento es IMAX; el diseño de sonido mete al espectador en el mundo de los circuitos; la banda sonora de Hans Zimmer (recuperando algunos acordes de la extraordinaria Rush) y la selección de temas musicales para adornar los bares de verano están bien integrados; los momentos poéticos de descubrimiento personal están colocados donde deben (el momento en el que Brad Pitt “vuela” por la pista) y sí, incluso hay interés para los motorheads en esa noción de construir un “coche de combate”.

F1: La pelicula no es un film perfecto, ojalá lo fuera. Pero tampoco lo necesita, y sus fallos no son ni mucho menos heridas de muerte. Todo está preparado para regalar al espectador dos horas y pico de espectáculo convencional pero honesto, rodado con un gusto casi exquisito en tiempos de pantalla verde y FX digitales de segunda, convirtiendo a Kosinski en un inesperado mensajero de las bondades del buen cine de Hollywood artesanal quizá ya superado, pero todavía reciente, enérgico y pendiente de los nuevos usos y costumbres tecnológicos y narrativos: ese que podía funcionar con una estrella de cine, un gran concepto y buena música, y no en base a estudios de mercado transmedia o el cine de plataformas (como aquella que, paradójicamente, ha permitido su existencia).

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