Saúl Jiménez Fortes (Málaga, 1980), alto, delgado y grave como un torero del Greco, pasea por el callejón de Las Ventas y acaricia con las yemas de los dedos las tablas entre las que triunfó en la Feria de San Isidro, que hoy concluye con la corrida homenaje a Victorino. La plaza, vacía, casi sin sentido, se volvió loca aquel día. Y si no llegó a salir a hombros fue por culpa de la espada. Allí, en la soledad calurosa del tendido a mediodía, un grupo de visitantes hace el tour por Las Ventas y ensaya silbidos y palmas de tango. —Mira, Saúl, les están enseñando a pitar —dice alguien. Él sonríe. Nos deja tratarlo de tú pese a esa...
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