Fara Dabhoiwala, historiador: “La libertad de expresión la inventaron hombres europeos que luego iban por el mundo diciéndoles a otros que se callaran”

El historiador británico acaba de publicar un libro sobre la historia de la libertad de expresión que desmonta mitos sobre su evolución y defiende restricciones al estilo europeo frente el "absolutismo" de Estados Unidos El último Rincón de pensar - Omar El Akkad: “Israel está involucrado en una masacre que nada tiene que ver con el derecho a su existencia” El libro sobre la historia de la libertad de expresión de Fara Dabhoiwala nació de un episodio de censura. En 2015, la traducción de su ensayo sobre el cambio de costumbres sexuales en la Edad Moderna fue alterada por el Gobierno chino. Poco después, uno de los censores le contó que veía su trabajo como el de un sastre que ayudaba a “encajar” y “mejorar” un texto no como el de alguien que mermaba la libertad de expresión. El historiador pensó entonces en los censores de la Inglaterra de 1700, que también se veían como editores y ayudantes, y se embarcó en el estudio de cómo ha cambiado la idea de libertad de expresión desde la concepción europea original y por qué su desarrollo ha diferido tanto por el mundo. Dabhoiwala da ahora clase de Historia en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos. Su especialidad sigue siendo la historia del Reino Unido, su país natal y donde fue profesor en la Universidad de Oxford y ahora ha pasado un año sabático. El trabajo de su padre médico -que había emigrado de India en los años 60 al Reino Unido- hizo que Fara creciera en Amsterdam. Esta experiencia multicultural y su especialidad académica alimentan ahora su mirada crítica sobre uno de los pilares de la cultura estadounidense, la Primera Enmienda, la que protege en la Constitución la libertad de expresión de la manera más amplia conocida. What Is Free Speech?: The History of a Dangerous Idea (“¿Qué es la libertad de expresión?: la historia de una idea peligrosa”) se acaba de publicar en el Reino Unido y en unas semanas lo hará en Estados Unidos. En un recorrido de siglos que pasa por varios continentes, el libro defiende un enfoque más parecido al europeo, es decir, con más restricciones, que al estadounidense. Esta es nuestra conversación editada por claridad y extensión. El concepto de que la libertad de expresión es una idea peligrosa es provocador. ¿Peligrosa para quién? Es peligrosa de dos maneras. Una buena y una no tan buena. La buena, nuestro ideal en una sociedad libre, es que la libertad de expresión ayuda a cuestionar las ortodoxias y es un ideal al que pueden apelar las personas que luchan contra la injusticia y cuyas voces son silenciadas. A lo largo de la historia, las primeras feministas, los abolicionistas que luchaban contra la trata de esclavos y otras personas con grandes causas han apelado a este ideal. ¿Y la mala? La mala es que la libertad de expresión siempre ha sido un eslogan utilizado como arma. Nunca ha sido una idea muy coherente, y eso ha permitido que se la apropien los poderosos de maneras con las que luego silencian las voces de los marginados. La libertad de expresión la inventaron en el siglo XVIII el mismo tipo de hombres europeos que luego iban por el mundo diciéndoles a otras personas que se callaran: las mujeres debían callarse, las personas de piel oscura, los nativos, las personas negras, los esclavos debían callarse… Esto está en la teoría de la libertad de expresión, no sólo en la práctica: está presente en la forma en que se concibe como peligrosa. Siempre se trata de poder. El historiador Fara Dabhoiwala en el Hay Festival, en Hay-on-Wye, Gales, el 31 de mayo de 2025. ¿Por qué importa para nuestros debates de hoy? Empecé a escribir este libro hace diez años porque quería saber de dónde surgió esta idea y, si este es un principio fundamental en el que creen todas las sociedades democráticas, por qué nunca podemos ponernos de acuerdo sobre qué significa exactamente no só

Jun 15, 2025 - 00:25
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Fara Dabhoiwala, historiador: “La libertad de expresión la inventaron hombres europeos que luego iban por el mundo diciéndoles a otros que se callaran”

Fara Dabhoiwala, historiador: “La libertad de expresión la inventaron hombres europeos que luego iban por el mundo diciéndoles a otros que se callaran”

El historiador británico acaba de publicar un libro sobre la historia de la libertad de expresión que desmonta mitos sobre su evolución y defiende restricciones al estilo europeo frente el "absolutismo" de Estados Unidos

El último Rincón de pensar - Omar El Akkad: “Israel está involucrado en una masacre que nada tiene que ver con el derecho a su existencia”

El libro sobre la historia de la libertad de expresión de Fara Dabhoiwala nació de un episodio de censura. En 2015, la traducción de su ensayo sobre el cambio de costumbres sexuales en la Edad Moderna fue alterada por el Gobierno chino. Poco después, uno de los censores le contó que veía su trabajo como el de un sastre que ayudaba a “encajar” y “mejorar” un texto no como el de alguien que mermaba la libertad de expresión.

El historiador pensó entonces en los censores de la Inglaterra de 1700, que también se veían como editores y ayudantes, y se embarcó en el estudio de cómo ha cambiado la idea de libertad de expresión desde la concepción europea original y por qué su desarrollo ha diferido tanto por el mundo.

Dabhoiwala da ahora clase de Historia en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos. Su especialidad sigue siendo la historia del Reino Unido, su país natal y donde fue profesor en la Universidad de Oxford y ahora ha pasado un año sabático. El trabajo de su padre médico -que había emigrado de India en los años 60 al Reino Unido- hizo que Fara creciera en Amsterdam. Esta experiencia multicultural y su especialidad académica alimentan ahora su mirada crítica sobre uno de los pilares de la cultura estadounidense, la Primera Enmienda, la que protege en la Constitución la libertad de expresión de la manera más amplia conocida.

What Is Free Speech?: The History of a Dangerous Idea (“¿Qué es la libertad de expresión?: la historia de una idea peligrosa”) se acaba de publicar en el Reino Unido y en unas semanas lo hará en Estados Unidos. En un recorrido de siglos que pasa por varios continentes, el libro defiende un enfoque más parecido al europeo, es decir, con más restricciones, que al estadounidense.

Esta es nuestra conversación editada por claridad y extensión.

El concepto de que la libertad de expresión es una idea peligrosa es provocador. ¿Peligrosa para quién?

Es peligrosa de dos maneras. Una buena y una no tan buena. La buena, nuestro ideal en una sociedad libre, es que la libertad de expresión ayuda a cuestionar las ortodoxias y es un ideal al que pueden apelar las personas que luchan contra la injusticia y cuyas voces son silenciadas. A lo largo de la historia, las primeras feministas, los abolicionistas que luchaban contra la trata de esclavos y otras personas con grandes causas han apelado a este ideal.

¿Y la mala?

La mala es que la libertad de expresión siempre ha sido un eslogan utilizado como arma. Nunca ha sido una idea muy coherente, y eso ha permitido que se la apropien los poderosos de maneras con las que luego silencian las voces de los marginados.

La libertad de expresión la inventaron en el siglo XVIII el mismo tipo de hombres europeos que luego iban por el mundo diciéndoles a otras personas que se callaran: las mujeres debían callarse, las personas de piel oscura, los nativos, las personas negras, los esclavos debían callarse… Esto está en la teoría de la libertad de expresión, no sólo en la práctica: está presente en la forma en que se concibe como peligrosa. Siempre se trata de poder.

El historiador Fara Dabhoiwala en el Hay Festival, en Hay-on-Wye, Gales, el 31 de mayo de 2025.

¿Por qué importa para nuestros debates de hoy?

Empecé a escribir este libro hace diez años porque quería saber de dónde surgió esta idea y, si este es un principio fundamental en el que creen todas las sociedades democráticas, por qué nunca podemos ponernos de acuerdo sobre qué significa exactamente no sólo dentro de nuestras sociedades, sino entre sociedades. Esa dimensión internacional se está convirtiendo en un problema cada vez mayor debido a la internacionalización de nuestros medios y especialmente a Internet.

¿Cómo puede ayudarnos ahora pensar en esto?

Parte de nuestro problema actual es que tenemos una comprensión muy limitada de lo que es la libertad de expresión: en realidad, es sólo un eslogan que la gente usa para defender el discurso en el que cree. Al igual que la censura es un eslogan que la gente usa para criticar formas de regulación en las que no cree. Pero toda comunicación requiere regulación, y la libertad de expresión es un asunto mucho más complejo de lo que se suele admitir. Hay maneras mucho más valiosas que no recordamos o no apreciamos.

¿Por ejemplo?

Solemos pensar que la libertad de expresión implica, por un lado, al individuo y sus derechos, y por otro, el poder de los gobiernos. Y eso es insuficiente, porque siempre debemos pensar en el papel intermedio de los medios de comunicación, especialmente los de masas, en la amplificación de ciertas ideas y voces y la represión de otras.

Parte de nuestro problema actual es que tenemos una comprensión muy limitada de lo que es la libertad de expresión: en realidad, es sólo un eslogan que la gente usa para defender el discurso en el que cree. Al igual que la censura es un eslogan que la gente usa para criticar formas de regulación en las que no cree

A principios del siglo XIX, la gente empezó a darse cuenta de que los medios de comunicación eran muy poderosos, que moldeaban la opinión pública, pero sus incentivos no estaban alineados con el bien público, el deseo de información veraz para todos los ciudadanos. Los incentivos de los medios de masas eran vender publicidad para enriquecer a sus dueños y hacerlos más poderosos.

¿Qué surgió de ahí?

Críticas a los medios y también un replanteamiento de lo que podría ser la libertad de expresión.

Hay mucha crítica socialista sobre el poder de los medios como un aspecto esencial de la corrupción del poder capitalista que oprime a los trabajadores. Así se crearon medios anticapitalistas para intentar equilibrar la esfera pública.

Pero también se dio en Alemania, Francia y otros países europeos, y en Estados Unidos, una crítica más conservadora -no sólo una crítica extremista de izquierda- que planteó cómo obligar a los medios a trabajar para defender la democracia y promover la verdad y lo se consideraba el bien común.

Así nacieron la tradición de la radiodifusión pública en muchos países, la idea de los periódicos como cooperativas o cómo los lectores podrían financiarlos en lugar del viejo modelo de un propietario plutócrata que gana dinero con la publicidad.

También hubo un replanteamiento del concepto de libertad de expresión para centrarse no sólo en el derecho individual, sino también en el bien común, el derecho del público a la información veraz y la responsabilidad de los medios.

El historiador Fara Dabhoiwala durante una charla en el Hay Festival en Hay-on-Wye, Gales, el 30 mayo de 2025.

Si observamos las leyes y principios de la libertad de expresión que surgieron a lo largo del siglo XX, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas de la década de 1940, incluyen estas ideas. La libertad de expresión se define no sólo como el derecho a expresarse, sino también como el derecho del ciudadano a la información veraz. También figura en la Convención Europea de Derechos Humanos de la década de 1950. Y los estadounidenses creyeron en esto igual que los europeos. Es un buen ejemplo de cómo existen muchas maneras más completas de pensar en la libertad de expresión y cómo podemos expresarla legalmente.

Con un enfoque más restrictivo de la libertad de expresión, ¿existe el peligro de que los gobiernos controlen la información y que el beneficio final sea sobre todo para gobiernos más preocupados por su propio poder que por el interés público?

Sí. Es decir, este es un problema recurrente con todas las leyes en general. Cuando se trata de la libertad de expresión no creo que sea suficiente decir que se puede abusar de las leyes y, por lo tanto, no deberíamos tenerlas en absoluto.

En el caso de la libertad de expresión, para que funcione, se necesitan regulaciones y mecanismos de aplicación que no estén directamente en manos del gobierno y que estén separados de la política partidista.

Existen muchos modelos de cómo esto puede funcionar relacionados con la creación de organismos independientes que actúen en beneficio del bien común y no estén sujetos a las influencias políticas de las elecciones.

En el caso de la libertad de expresión, para que funcione, se necesitan regulaciones y mecanismos de aplicación que no estén directamente en manos del gobierno y que estén separados de la política partidista

Los reguladores de los medios de comunicación en muchos países occidentales están configurados para ser imparciales, también en Estados Unidos. La Comisión Federal de Comunicaciones debe estar equilibrada entre republicanos y demócratas y tener representantes independientes para que no pueda convertirse en una herramienta del gobierno.

Ahora bien, obviamente, en muchos lugares esto falla. Pero ese es un problema de la autocracia en general, y cómo socava las estructuras democráticas y todas las instituciones que se supone deben proteger el bien común. No es un problema de la teoría de la libertad de expresión.

Como cuenta en su libro, la literalidad de la Primera Enmienda fue casi un accidente por una carta de Thomas Jefferson que no llegó a tiempo y su desarrollo tan protector es único en el mundo. Pero ¿no está demostrando ahora que funciona? Es el recurso que están utilizando contra la Administración Trump la Universidad de Harvard, la agencia de noticias AP, la radio y la televisión públicas o estudiantes detenidos.

Aún no se sabe si va a funcionar o no. La jurisprudencia moderna sobre la Primera Enmienda es muy valiosa, y básicamente dice que este es un derecho fundamental y muy importante que el gobierno no puede pisotear de ninguna manera. No estoy en contra de ese aspecto de la jurisprudencia.

Pero mi libro demuestra que la forma en que los estadounidenses piensan en la libertad de expresión hoy en día se basa en un enfoque muy reciente, con su absolutismo y su libertarismo, que es completamente único en el mundo.

Puede que la jurisprudencia moderna de la Primera Enmienda tenga aspectos positivos, pero tiene muchos aspectos muy problemáticos. El resto del mundo no ha adoptado este tipo de enfoque hacia la libertad de expresión. ¿Por qué? La jurisprudencia moderna de la Primera Enmienda busca la simplicidad y la claridad, pero el precio de eso es no tener en cuenta toda la verdad sobre la complejidad de la expresión.

¿En qué sentido?

Implica ignorar la verdad, ignorar el daño, ignorar todo lo que no sea el derecho individual. La Primera Enmienda resucitó a principios del siglo XX como una carta constitucional para librarse de la cárcel: si puedes gritar “¡Primera Enmienda!” en un foro de abogados estadounidense, ganas. La Constitución es tan simple y anticuada que contiene muy pocos derechos, y éste es el primero.

La jurisprudencia moderna de la Primera Enmienda busca la simplicidad y la claridad, pero el precio de eso es no tener en cuenta toda la verdad sobre la complejidad de la expresión

Debido a ese poder, las empresas y cualquiera que no quiera ser regulado por el bien público, como una gran empresa de medios o un donante en unas elecciones, puede utilizarla. Ahora la mayoría de los casos que llegan al Tribunal Supremo que se basan en la Primera Enmienda tratan de derechos corporativos más que individuales.

¿Cuando habla de las grandes corporaciones de medios se refiere a las grandes empresas de Internet?

Sí, son los medios privados que ahora dominan y monopolizan el discurso público.

¿Hablaría de esto en términos de preocupación si no fuera por Internet y las redes sociales en particular?

Se ha dado una combinación reciente de desarrollos contingentes que comienzan en la década de 1960, cuando debido a la Guerra Fría, la legislación, la política y la opinión pública en Estados Unidos se desvían de su anterior foco en el bien común, los derechos colectivos y la libertad de expresión no sólo como un asunto individual, sino también de la esfera pública. Así el foco se reduce a la noción muy simplista, cada vez más libertaria, de que se trata del derecho del individuo o de la empresa de hacer lo que quiera. Eso es una parte.

¿Y la otra?

La aplicación de las leyes de Internet en la década de 1990 coincidió con el apogeo del libre comercio, el libre mercado, el fin de la Guerra Fría, el colapso del comunismo y el idealismo en Estados Unidos. La gente pensaba que el libre mercado resolvería todos los problemas, que el gobierno debería abstenerse de cualquier tipo de regulación. Y las leyes eran para impulsar la innovación y el resto de Internet.

Hay 26 palabras en la ley de 1996 que fundamentan nuestros problemas actuales. También había una sección sobre que la protección de menores frente a la violencia y la pornografía online y la consideración del daño. Pero esa sección fue derogada unos meses después de su aprobación porque, según el Tribunal Supremo, contradecía la Primera Enmienda.

Quedan las 26 palabras que dicen, por un lado, que cualquier proveedor de Internet puede censurar todo lo que una persona publique en una web, y, por otro lado, que el proveedor de Internet no es responsable de ninguna publicación de esa persona. La ley les da carta blanca para publicar sin ninguna responsabilidad ante el público.

Esa es la mentalidad legal y cultural que sustenta a las corporaciones gigantes que empezaron a dominar primero la comunicación social y luego toda la comunicación, como Meta, Google, YouTube y demás. Es una perspectiva extremadamente peligrosa porque apuntala la idea estadounidense de que la expresión no es una acción.

¿No se pueden separar?

La idea de que la expresión no es una acción, que está separada de la acción, es una falacia que sustenta la perspectiva estadounidense.

A menudo, es trivial. Pero a veces, y nuestros antepasados lo sabían muy bien, la expresión puede ser muy dañina, ya sea individual o colectivamente. Si difundes de manera sostenida mentiras sobre personas o grupos, puedes provocar disturbios, pogromos y derramamiento de sangre. Y ha vuelto a ocurrir en el mundo moderno, cuando los dueños de Facebook permiten que se abuse de sus plataformas de forma irresponsable para fomentar el odio de un grupo contra otro.

La idea de que la expresión no es una acción, que está separada de la acción, es una falacia que sustenta la perspectiva estadounidense

Hemos visto en Birmania, en India y en otros lugares que a estas empresas de redes sociales no les importa esto y no invierten en la vigilancia de la libertad de expresión. Solían moderar un poco la información para verificar hechos. Pero ahora, con el clima político actual, eso es políticamente inapropiado.

¿Por eso lo han desechado?

No les conviene. Y están exportando este modelo tan peligroso a todo el mundo, fingiendo que lo hacen por principios, fingiendo que lo hacen por la libertad de expresión como un principio que no debería tener límites.

Ahora esto está respaldado por la fuerza del Gobierno estadounidense y por los incentivos comerciales que estas empresas tienen para ignorar cualquier tipo de reclamo de responsabilidad. Así lo único que nos queda son los intentos de otras culturas de hacer cumplir leyes que sí consideran el interés público, como la Unión Europea, el Reino Unido o Brasil.

Es una lucha titánica entre esas leyes -y la voluntad de hacerlas cumplir y la capacidad de hacerlas cumplir- y el poder de estas empresas y, cada vez más, la presión del Gobierno estadounidense de derecha para forzar que estas leyes no se cumplan.

¿La solución no es centrarse en regular esos gigantes de Internet más que la libertad de expresión en general, considerando también que la idea de la libertad de expresión es útil en países autoritarios donde la gente lucha inspirada por ella?

No hago como si éstas fueran cuestiones simples. Pero sí creo que es muy importante no solo centrarse en las personas y su expresión, sino también en la responsabilidad de los medios de comunicación al amplificar o silenciar ciertas ideas y voces.

Los gobiernos no deben controlar todo el discurso. Sin embargo, los editores deben tener sentido de responsabilidad para no amplificar ideas descabelladas, mentiras o calumnias. Lo han hecho a lo largo de la historia, incluso en Estados Unidos, en lo que respecta a periódicos, televisión y radio, y todos los demás medios de comunicación anteriores. Pero debido a las peculiaridades de Internet, su desarrollo y las leyes que lo sustentan, aún no hemos logrado hacer lo mismo como sociedades con las publicaciones online.

Deberíamos tratar a las empresas de redes sociales como editores y aplicarles los mismos estándares que a otros medios de comunicación, especialmente porque ahora son mucho más poderosos que todos esos medios de comunicación anteriores.

A lo largo del libro menciona la relación entre las ideas del libre comercio y la libertad de expresión, en particular la libertad de prensa. En cierto modo, ambas ideas están en retroceso hoy. ¿Es algo positivo?

La libertad es una idea maravillosa. Todos queremos más libertad. Nadie cree tener suficiente libertad. Pero, colectivamente, en cualquier ámbito de la vida, todos los mercados libres requieren regulación.

Porque, en última instancia, debemos pensar en para qué sirve la libertad de expresión igual que lo hacemos para el libre comercio. Se supone que el libre comercio nos aporta un beneficio colectivo a todos, y requiere reglas, por ejemplo para los medicamentos o los servicios financieros, que eviten daños al público.

La comunicación siempre requiere algún tipo de regulación por dos razones. Una es que, de lo contrario, no nos entendemos. Ahora estamos hablando en inglés. Si de repente empezara a hablar en neerlandés, no me entenderías. Si salgo en la radio, hay ciertas cosas que no debería decir si hay niños escuchando... Hay un sinfín de reglas en cualquier tipo de discurso. La razón es entendernos y alcanzar el propósito que tiene la expresión.

La libertad de expresión se refiere a una variedad de expresiones y siempre tiene un propósito. Es decir, si hablamos de comedia, el propósito es hacer reír a la gente. Si hablamos de democracia, el propósito es permitir que las ideas se debatan libremente. Pero todos esos fines requieren reglas para lograrlos. Así que, en la expresión en democracia es peligroso no tener reglas contra las mentiras porque eso envenena el discurso político.

¿Cambiaría algo en su enfoque o añadiría algo en el libro considerando estos primeros meses de la Administración Trump?

No anticipé la forma en que el poder de las empresas de redes sociales, que se basa en un principio de no regular nada cada vez más, se entrelaza con el proyecto político estadounidense de derecha de socavar otras fuentes alternativas de autoridad tanto dentro como fuera de Estados Unidos.

Lo que los autócratas y demagogos siempre intentan es socavar las fuentes alternativas de confianza, verdad y autoridad en la sociedad. Eso significa atacar a las universidades. Eso significa atacar a los periódicos y otras fuentes de comunicación basadas en hechos. Y esa es una estrategia que hemos visto en Hungría, anteriormente en Polonia, en India, brevemente en Brasil y en todas partes donde los autócratas han intentado o logrado llegar al poder. Y lo estamos viendo ahora en Estados Unidos.

Lo que los autócratas y demagogos siempre intentan es socavar las fuentes alternativas de confianza, verdad y autoridad en la sociedad. Eso significa atacar a las universidades. Eso significa atacar a los periódicos y otras fuentes de comunicación basadas en hechos

El problema particular con esto es que las empresas estadounidenses controlan el discurso público en gran parte del mundo libre. Así que es un peligro para todos.

¿Cómo ve los debates internos en los campus sobre la libertad de expresión entre los debates sobre los espacios seguros y la intolerancia a la disidencia?

Los campus estadounidenses estaban muy divididos y lo siguen estando sobre cómo abordar la guerra de Israel en Gaza. No creo que las universidades estadounidenses en general puedan estar orgullosas de cómo abordaron el discurso propalestino y lo siguen reprimiendo. Es un tema complejo y fue utilizado como arma desde el principio. Y el Gobierno ahora continúa usando la etiqueta de antisemitismo para atacar cualquier cosa que no considere apropiada.

¿Y la batalla ahora frente al Gobierno?

Lo que está sucediendo ahora en Harvard es un rayo de esperanza en una situación terrible. Pero está uniendo a la gente en defensa de los principios de la libertad de enseñanza, la libertad de expresión en el campus y la autonomía universitaria. Eso ha sucedido en Harvard. Y otras universidades se están comportando de forma similar. Si ayuda a la gente a reenfocarse en lo que colectivamente tienen en común y a luchar contra un enemigo mayor, es algo positivo.

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