Todos hemos picado sin darnos cuenta: El truco secreto de los supermercados para que termines pagando más de lo que pensabas
Lo cotidiano también engancha. Pocas cosas nos resultan tan familiares —y a la vez tan inesperadamente apasionantes— como los relatos sobre experiencias en supermercados. Tal vez sea porque todos hemos estado ahí: frente a un carrito que se llena sin explicación lógica, o frente a un ticket que supera el presupuesto aunque “sólo veníamos por ... Leer más

Lo cotidiano también engancha.
Pocas cosas nos resultan tan familiares —y a la vez tan inesperadamente apasionantes— como los relatos sobre experiencias en supermercados. Tal vez sea porque todos hemos estado ahí: frente a un carrito que se llena sin explicación lógica, o frente a un ticket que supera el presupuesto aunque “sólo veníamos por leche”. Estas historias funcionan porque nos vemos reflejados, porque tienen algo de rutina y algo de misterio. Y porque el supermercado, aunque lo parezca, no es un lugar neutral: es un escenario lleno de trampas.
Hay quien disfruta el ritual de ir a comprar y hay quien lo sufre como si fuera una gincana sin recompensa. No hay término medio. Encontrar lo que se busca requiere atención, memoria espacial y, muchas veces, paciencia. A algunos les relaja; para otros, es una experiencia agotadora que parece diseñada para robarte tiempo, energía y dinero.
La economía doméstica entra en escena cuando toca pagar. Basta con romper el presupuesto planeado para sentir que el supermercado ha ganado una vez más. “¿Por qué me pasa cada vez que vengo?” no es una pregunta inocente: es el resultado de una estrategia calculada. “Detrás hay mentes de marketing tomando decisiones por ti para que gastes más.” Lo que parece un simple paseo por los pasillos es, en realidad, un juego psicológico en tu contra.
Lo que no ibas a comprar.
Una táctica universalmente compartida por todas las cadenas es colocar los productos básicos —como leche, pan o arroz— en la parte más alejada del local. No es un error logístico: es parte del plan. Así te obligan a recorrer el supermercado entero, y en ese recorrido, es fácil que algo “se te cruce”.
Desde esa salsa gourmet hasta unas galletas que ni sabías que existían, el supermercado convierte tu paseo en una galería de tentaciones. No importa si ibas con una lista clara: “Lo que ves, se convierte en posibilidad.” Y cuanto más tiempo pases entre estanterías, más probable es que esa posibilidad se vuelva una compra.
Además, no todos los productos están donde están por azar. Los más rentables para la tienda están justo a la altura de tus ojos, mientras que las opciones más económicas —como las marcas blancas— se esconden en estantes inferiores. Es un juego de alturas que decide por ti antes de que tú decidas.
Nada está donde estaba.
Si alguna vez te ha desconcertado no encontrar el café en su sitio habitual, no es torpeza tuya. Es parte de la jugada. Mover los productos de lugar periódicamente obliga al cliente a “dar una vuelta” nueva. Y en esa vuelta, claro, puede que encuentres algo que no necesitabas… pero te llevas.
También es deliberado el orden en que se presentan las secciones. Empezar por frutas y verduras tiene un efecto inmediato: frescura, salud, color. Y si ya llenaste medio carro en los primeros cinco minutos, te sentirás satisfecho… aunque lo que hayas comprado pese más que valga.
¿Se puede ganar esta partida? Con algo de método, sí. Lo primero: hacer una lista cerrada y no salirse del guion. “Si no está en la lista, no lo necesitas.” También conviene evitar entrar con hambre, porque el apetito transforma la lógica en impulso. Y si puedes, mejor sin niños: menos distracciones, menos caprichos.
La lista contra el laberinto.
Otros consejos útiles incluyen fijarse en los estantes inferiores —ahí se esconden los precios más bajos— y no caer en la trampa de las ofertas: “Compra si lo necesitas. Si no, la oferta es una trampa con descuento.” Al final, el supermercado es un tablero donde tú eres la ficha y ellos, los estrategas.
Hacer la compra ya no es sólo una tarea doméstica. Es un pequeño enfrentamiento silencioso entre tu voluntad y una maquinaria diseñada para que compres más de lo previsto. La próxima vez que salgas con más bolsas de las esperadas, al menos sabrás que no fue del todo culpa tuya. Y quizá, con suerte, salgas vencedor.