«Solo vamos a comer…» Reservan una mesa para 10 y cuando les van a atender el camarero se produce el esperpento

“¿Estamos locos?”: la indignación de un hostelero por un insólito caso en su restaurante La escena parece sacada de una comedia absurda, pero sucedió realmente en un restaurante español y ha generado un encendido debate en redes sociales. El protagonista del relato es @soyfelber, usuario de TikTok y profesional con más de 20 años de ... Leer más

Jun 15, 2025 - 01:40
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«Solo vamos a comer…» Reservan una mesa para 10 y cuando les van a atender el camarero se produce el esperpento

“¿Estamos locos?”: la indignación de un hostelero por un insólito caso en su restaurante

La escena parece sacada de una comedia absurda, pero sucedió realmente en un restaurante español y ha generado un encendido debate en redes sociales. El protagonista del relato es @soyfelber, usuario de TikTok y profesional con más de 20 años de experiencia en la hostelería, quien no pudo ocultar su asombro ante la actitud de un grupo de clientes.

En un vídeo compartido en su cuenta, el restaurador expresa con mezcla de incredulidad y frustración lo que vivió en su propio local: una situación que, según asegura, “jamás había presenciado” en su larga trayectoria en el sector.

Una reserva que terminó en bochorno

Todo comenzó como una jornada más de trabajo. Una llamada telefónica solicitaba una reserva para diez personas a las tres de la tarde. Nada fuera de lo normal. La mesa se preparó, el personal estaba listo y, aunque los comensales llegaron con un pequeño retraso, el servicio se desarrollaba con aparente normalidad… hasta que llegó el momento de tomar nota de los pedidos.

“Entraron, se sentaron, les llevamos el menú, y entonces nos dicen: ‘No, perdona, que solamente vamos a comer siete porque los otros tres se traen su comida de casa’”, relata el hostelero todavía sorprendido.

Pero no se trataba de una comida casera por razones médicas o personales, sino de un menú improvisado directamente del supermercado. “De casa no, del Mercadona, que está ahí al lado del bar. Se han cogido unas ensaladitas y se han puesto a comer allí como si nada”, explica en el vídeo, visiblemente alterado.

¿Consumidores o clientes de paso?

El restaurador no oculta su indignación ante una situación que, a su juicio, representa una falta de respeto hacia el negocio y su equipo. “¿Crees que puedes ir a un restaurante a comer comida que te has comprado en el Mercadona? ¿Pero estamos locos?”, exclama ante la cámara.

En un intento de calmar la situación, su padre —copropietario del local— optó por la vía conciliadora: “Mi padre dice: ‘Da igual, no les vamos a decir nada, comen siete, pues deja que los otros coman ensalada’”. Sin embargo, para el hostelero, esta actitud resulta incomprensible: “Es que a mí me daría vergüenza”, asegura.

Y añade que, aunque en casos puntuales han aceptado que un cliente lleve su propia comida por motivos de salud, lo ocurrido no entra dentro de esa lógica: “Otra cosa es una intolerancia alimentaria, eso lo entendemos. Pero tres personas trayéndose comida del supermercado… no”, sentencia.

Ni comida ni bebida: la guinda del absurdo

Como si la situación no fuese ya lo suficientemente insólita, el comportamiento de los tres comensales no terminó ahí. Según cuenta el restaurador, tampoco quisieron consumir bebida. “Y encima no querían consumir bebida. No querían ni comer ni beber”, lamenta. La mesa fue ocupada por casi una hora por personas que ni pidieron nada del menú ni consumieron ningún tipo de refresco, agua o vino.

¿Dónde están los límites del sentido común?

Este episodio ha generado una oleada de comentarios en redes sociales, donde los usuarios se dividen entre la incredulidad y la indignación. Muchos restauradores han compartido experiencias similares, mientras que otros defienden la necesidad de empatizar con los clientes, aunque no en casos tan extremos.

Lo cierto es que situaciones como esta ponen sobre la mesa una pregunta clave: ¿dónde termina la flexibilidad del negocio y dónde comienza el abuso por parte del consumidor? Reservar una mesa para diez personas implica una previsión de materia prima, personal y espacio. Ocupando sillas sin consumir, los tres comensales no solo evitaron cualquier tipo de gasto, sino que perjudicaron la facturación y el flujo habitual del servicio.

Una industria que lidia con el día a día (y lo inesperado)

El testimonio de @soyfelber refleja la realidad diaria de muchos bares y restaurantes en España: la hostelería es un sector exigente, que combina trabajo físico, presión constante y una atención al cliente que, muchas veces, roza lo imposible. Casos como el relatado no solo causan pérdidas económicas, sino que también suponen un desgaste emocional para quienes, día a día, se esfuerzan por ofrecer un buen servicio.

“La gente cada vez tiene más cara”, concluye el hostelero, resumiendo con una frase el sentir de muchos trabajadores del sector.

Quizás lo sucedido no sea más que una anécdota, pero es un reflejo de cómo el respeto por las normas no escritas —esas que se basan en el sentido común y la convivencia— sigue siendo una asignatura pendiente para algunos comensales.