Claudia Piñeiro: “Siempre ha habido una relación muy estrecha entre la sexualidad y el poder”

Es una mañana luminosa, y Claudia Piñeiro habla con calma, aunque no con indiferencia: está preocupada por el mundo y su rumbo. En La muerte ajena (Alfaguara, 2025) —su nueva novela— esa inquietud toma forma narrativa: ¿qué es la verdad?, ¿cuánto depende de quién la cuenta?, ¿cuántas verdades hay? La entrada Claudia Piñeiro: “Siempre ha habido una relación muy estrecha entre la sexualidad y el poder” aparece primero en Zenda.

Jun 15, 2025 - 00:35
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Claudia Piñeiro: “Siempre ha habido una relación muy estrecha entre la sexualidad y el poder”

En las oficinas de Penguin Random House, donde se suceden las entrevistas con los autores que publican en la editorial, Claudia Piñeiro (Burzaco, Argentina, 1960) posa para Jeosm. El fotógrafo, siempre preciso, le pide evitar el sofá: «Ahí ya he hecho muchas fotos». Ella accede sin problema, se pone de pie, se acomoda como le indican y sonríe cuando Jeosm le pregunta si hoy comienza la promoción. «Ya llevo algunas entrevistas y presentaciones —responde—, incluso en Buenos Aires». Es una mañana luminosa, y Piñeiro habla con calma, aunque no con indiferencia: está preocupada por el mundo y su rumbo. En La muerte ajena (Alfaguara, 2025) —su nueva novela— esa inquietud toma forma narrativa: ¿qué es la verdad?, ¿cuánto depende de quién la cuenta?, ¿cuántas verdades hay? Lo plantea con la estructura misma del relato, que en lugar de presentar tres puntos de vista muestra tres realidades distintas. «No sabemos cuál es la verdad. Y eso también dice mucho de este momento que vivimos».

La muerte ajena parte de una imagen real —la de una joven brasileña que cae desde una ventana en Buenos Aires— para construir una ficción sobre el poder, el cuerpo, la exposición y el juicio social. A través de Verónica Belda, una periodista de radio que debe narrar la historia de su propia hermana muerta, Piñeiro expone las grietas en la idea de verdad, en la memoria familiar y en los discursos sobre la prostitución. La novela no solo indaga en los vínculos entre sexualidad y poder, sino que también señala la jerarquización de las muertes: hay cuerpos que caen y resuenan más que otros. «¿Quién se apropia de esa muerte? ¿A quién le afecta?». Las preguntas quedan flotando, como la figura en la portada: no se sabe si cae o si vuela.

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—¿A quién le importa la verdad?

—Me parece que a nadie. La novela también va un poco sobre eso y la estructura narrativa que elegí tiene que ver también con ello. No son tres puntos de vista, en realidad son tres realidades diferentes; no son tres personas mirando la misma realidad, sino una realidad que es esquiva, que no se sabe dónde está. Y creo que da mucha cuenta de lo que hoy pasa. ¿Cuál es la verdad? ¿Dónde está? No sabemos. Permanentemente leemos cosas o vemos vídeos, y nos preguntamos si será cierto o si será un vídeo hecho por inteligencia artificial o algo falso.

—El personaje de Verónica Belda es periodista de radio. ¿Al periodista se le presupone la verdad?

—Cuando no habla de él. Acá está hablando de ella también, entonces cada uno inventa sobre sí mismo lo que puede tolerar.

—¿En qué momento decide organizar así la novela? Porque lo que cuenta en su novela sucedió con una chica brasileña.

"En Argentina no es la primera vez que cae una mujer en estas circunstancias por una ventana"

—Sí. En realidad todo lo que yo cuento es ficción, pero sí que el disparador de mi novela tiene que ver con un caso real de una chica brasileña y eso me quedó dando vueltas, como la imagen de esa chica que cayó. Por otra parte, en Argentina no es la primera vez que cae una mujer en estas circunstancias por una ventana, pero me impactó mucho también ver al padre cuando vino a la Argentina, que fue a algunos programas de televisión y esta cosa de que para él su hija había ido a estudiar a la Argentina, pero además se dedicaba a hacer de escort. Y todo el tiempo me volvía la imagen de esa chica, pero la historia no tiene nada que ver con eso, es una historia inventada.

—¿Cómo basó entonces su novela?

—A lo largo de la novela hay muchas referencias a hechos reales en la Argentina que quizás un lector argentino de determinada edad —no digo que todos— puede advertir, pero quizás hay otros lectores en España, por ejemplo, que no. De todos modos se puede leer la novela sin tener ese vínculo. Pero en cuanto a tu pregunta, hay muchos hechos históricos mencionados de esa manera, y hay otros en la segunda parte, que es la parte más documental de la novela, que son notas sacadas de la prensa, también reescritas y todo lo demás. Muchas de las cosas que están en la novela son ciertas, sobre todo en la segunda parte.

—¿Tuvo que investigar, hacer entrevistas…?

—En esa segunda parte, que es mucho más periodística, las voces principales son las de Verónica, Juliana, y la pareja de Verónica, que se llama Pablo Ferrer. Y está Leticia Zambrano, que es la periodista que formó a Verónica en el oficio de ser periodista. Esa parte es como si fueran notas o material bruto para un documental. Están las voces de ellos dos, que son los entrevistados en el documental, pero también están las notas periodísticas, algunas investigadas y sacadas de la realidad, como te decía, y otras inventadas. Cuando aparece una chica que dio testimonio de determinada cosa, está inventado, pero si aparecen notas relacionadas con hechos políticos, involucrados en hechos relacionados con el sexo VIP y demás, eso está sacado de la prensa.

—¿El poder que ejerce el hombre sobre el cuerpo de la mujer es una realidad universal?

"Ahora hay como una exhibición de la sexualidad, que me parece que es muy propio de este siglo"

—Es universal y ha venido a lo largo de los años. Siempre ha habido una relación muy estrecha entre la sexualidad y el poder, y cómo los hombres han manejado a las mujeres en estas circunstancias. Lo que me parece que cambió en el siglo XXI, e intento dar también cuenta de eso en la novela, es la exposición que se hace de esto, porque décadas atrás, un político podía tener una doble vida, podía tener doscientas amantes, podía recurrir al sexo de pago con doscientas prostitutas, pero no estaba exhibiendo eso todo el tiempo, pero ahora hay como una exhibición de la sexualidad, que me parece que es muy propio de este siglo.

—¿Es usted partidaria de prohibir la prostitución?

—La novela trabaja sobre esa pregunta, una pregunta abierta en el feminismo sobre todo. Hay posturas abolicionistas y regulacionistas, y yo intento poner argumentos de los dos lados, recurriendo a un libro en la novela con entrevistas a mujeres de ambas posturas. Yo no tengo una respuesta firme, como tampoco la tiene la protagonista, y creo que no siempre es necesario tener certezas. Ahora, mientras no tenga una respuesta firme, algo de lo que esté segura, voy a defender el derecho de la mujer trabajadora sexual que quiere ejercer su trabajo. Mientras yo no tenga una convicción firme, voy a defender eso, dentro de la duda; el abolicionismo suele asociarlo a la trata, pero hay muchas mujeres que lo ejercen libremente, sin un cafiolo que se queda con algo de dinero. También está la objeción sobre si esa decisión es verdaderamente libre, a lo que muchas responden comparando con otros trabajos duros y mal pagos, como limpiar baños de una estación de tren o trabajar en una mina. ¿Por qué se cuestiona solo la dignidad del trabajo sexual y no la de otros trabajos igual o más indignos? ¿Por qué un empresario que despide a doscientas personas no es cuestionado, pero una mujer que cobra por sexo sí? Son preguntas que yo me hago.

—¿Juliana ejerce la prostitución por necesidad?

"A partir de la pandemia, se dejó a muchas generaciones sin ilusión de futuro"

—Hoy, la palabra «necesidad» es un tanto esquiva. Juliana, la protagonista de esta novela, no podía pagarse el viaje de egresados y el padre no se lo iba a pagar. No tenía otra forma de pagarse ese viaje. Es una necesidad, pero alguien podía haber dicho que no tenía necesidad de hacer ese viaje. A partir de la pandemia, se dejó a muchas generaciones sin ilusión de futuro, y a los jóvenes les cuesta pensar que van a poder tener una vivienda, por ejemplo. Entonces, ante esa falta de ilusión de un futuro mejor, aparecen esos lugares en los que se supone conseguís plata más rápido, como puede ser para los varones las criptomonedas o el juego online, y para las mujeres el trabajo sexual, ya sea poniendo el cuerpo o haciendo una página en OnlyFans. Hay un montón de trabajos que dan un dinero rápido mientras que consigues otra cosa, pero sigue siendo mejor remunerado que trabajar ocho horas de recepcionista, por ejemplo, en un bufete de abogados.

—¿Verónica podría renegar de tener una hermana así?

—Tengo una teoría cuando escribo: hay cosas que hay que dejarle al lector para que lo arme en su cabeza. Verónica no dice textualmente que reniega de su hermana, ni dice textualmente que la apoya, pero me parece que por las acciones de Verónica queda claro cuál es su posición respecto a que su hermana sea una trabajadora sexual y me parece que incluso se arrepiente de no haber tenido ciertas actitudes mejores con ella, pero todo eso lo tiene que ir descubriendo el lector a medida que lee, porque me parece que si no es como volver a la moraleja del siglo XIX, que puede terminar con «fueron felices y comieron perdices». No sé si va a ser feliz Verónica después de esta novela, si va a reconciliarse con su hermana, me parece que eso tiene que quedar para que lo elabore cada lector.

—¿Se reconciliaría con el padre?

—La chica escort creo que no, que nunca llegó a pelearse del todo con el padre, pero me parece que la que sí podría reconciliarse es Verónica.

—¿Cómo trató el perfil del padre?

"Mi papá no nos abandonó, no tiene esa historia, pero sí era una persona muy moderna, por decirlo de alguna manera"

—Me lo imaginé bastante parecido a mi papá, por eso la novela también está dedicada él. Mi papá no nos abandonó, no tiene esa historia, pero sí era una persona —lo cuento mucho en Un comunista en calzoncillos— muy moderna, por decirlo de alguna manera, con respecto a que una mujer puede trabajar de lo que quiera, que tiene derecho a tener su vida profesional… Pero si yo me ponía la polera (camiseta) corta le molestaba y si me ponía tacos muy altos le molestaba también. Esa contradicción entre «la mujer es libre y tiene que poder hacer lo que quiera» y a su vez «no me toquen a mi hija» me parece que la tiene un poco el padre de Verónica. Otra cosa que le presté de mi papá a este personaje es esa cosa de la admiración por su hija, que no manifiesta, que no lo dice, o que no se lo puede decir en este caso. En el de mi papá quizás porque le daba pudor decirlo, pero a su vez recortaba las noticias donde salía su hija.

—¿Cómo equilibra el desarrollo de la historia para que el lector no se pierda?

—Yo creo que le estoy exigiendo algo al lector. Me parece que es una exigencia, porque yo misma tenía que volver atrás para revisarlo, sobre todo cuando estaba escribiendo la tercera parte. También me hizo escuchar a otros lectores; se lo pasé a distintos amigos que siempre leen lo que escribo, mis editores, mis hijos, que leen lo que escribo… Me sirvió mucho, porque las mismas dudas que tenían ellos como lectores me hacían verificar si me había equivocado o no. En este juego de distintas versiones tenés que pasar por esa incomodidad de preguntarte cuál es la historia que está bien, si lo que te están diciendo ahora te lo dijeron antes.

—¿Cuánto tiempo le ha llevado terminar esta novela?

—No sé cuándo empecé, pero sé que el libro no me llevó más de un año escribirlo. Lo que pasa es que yo estoy mucho tiempo con un libro en la cabeza antes de sentarme a escribir. Por ejemplo, ahora se me empezó a ocurrir algo para la próxima y no escribí una línea todavía. Todas las mañanas me levanto y pienso un poquito si voy a ir por este lado, si el personaje tal cosa… Estoy mucho tiempo con esa imagen disparadora en la cabeza, por dónde va a ir la historia, antes de ponerme a escribir. Quizás lo empecé a pensar hace dos o tres años, pero de escritura seguro que me llevó un año.

—¿No hacía notas en una libreta?

"Yo tenía, hasta ahora, una teoría darwiniana: si me lo olvido es que no era importante"

—Yo tenía, hasta ahora, una teoría darwiniana: si me lo olvido es que no era importante. Ahora, como estoy cada vez más grande y me olvido cada vez más cosas, y empiezo a temblar un poco, entonces sí llevo a veces libreta o lo anoto en el teléfono. Pero tengo mil notas que después me olvido de revisar. Un día encontrás una y la novela ya está terminada. Lo que hago ahora en las novelas —en la última y en la nueva que voy a escribir ahora— es tener un chat conmigo misma que tiene el nombre tentativo de La novela. Para La muerte ajena, aparecían notas periodísticas que me servían y me las iba mandando a ese chat para después ir revisando.

—¿Son también personajes los escenarios de la novela?

—¿En la ciudad, decís vos?

—Sí.

—En todas mis novelas la sociedad se hace cargo de un lugar específico, en este caso Buenos Aires. Creo que en ninguna novela mía no ha sido protagonista el espacio; a mí me interesa mucho cómo se toma el espacio, y vos fijate que los protagonistas hacen un recorrido en taxi y yo describo esas calles. A lo mejor un lector en otro lado no se da cuenta cuáles son esas calles, pero a mí me sirve y hasta me fijo de qué lado son los pares, de qué lado son los impares… Me interesa mucho apropiarme de la ciudad, y creo que en la novela quedó muy bien en ese sentido, porque hay un cuerpo que cae, pero hay una ciudad abajo.

—En la portada, ¿Juliana se está tirando o está volando?

"Cuando la muerte es de una chica escort, lamentablemente la sociedad se desprende bastante rápido de ella"

—Tengo la sensación que suicidarse no, pero es una de las teorías que hay en la novela: si se tiró no porque quisiera suicidarse, sino porque estaba drogada o porque no sé qué. Yo creo que el título de la novela, que es La muerte ajena, tiene que ver con esto: si esta mujer que cae se muere, ¿va a ser una muerte de la que me voy a apropiar o no me voy a apropiar? ¿Es una muerte que me afecta o no? Me parece que eso también habla de nosotros como sociedad, porque hay muertes que nos afectan más que otras y hay muertes que perduran en el tiempo, como cuando la sentís más cercana. Pero en otras, como cuando la muerte es de una chica escort, lamentablemente la sociedad se desprende bastante rápido de ella porque… bueno, «si era escort entonces a lo mejor estaba en un lugar inapropiado» o «a lo mejor estaba drogada» o «a lo mejor hizo algo que no tenía que hacer»…

—¿Hay muertes de segunda?

—Lamentablemente sí, lo vemos todos los días. Hoy me amanecí con la noticia de que habían muerto cuarto mujeres y tres niñas en El Hierro al volcar el cayuco en el que viajaban. ¿Cuánto tiempo va a quedar eso en la prensa? Pues hasta que al día siguiente vuelva a suceder, porque es algo habitual.

—¿En qué clase de novela vivimos si fuésemos personajes?

—Qué difícil… No sé si hay un género particular, pero creo que es una novela donde la verdad es esquiva y estamos todo el tiempo tratando de llegar a una verdad que se nos escapa entre los dedos de las manos. Vamos en esta dirección y creemos que es ahí o no es ahí, que es en otro sitio, entonces quizás es un género que todavía no se creó, porque cuando contamos una historia tratamos de contar una historia e ir hacia una resolución, y siento que en este momento es todo muy inestable. ¡Eso! Sería una «novela inestable».

—Inconclusa.

—Por suerte, porque habrá tiempo de hacer algunos cambios todavía.

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