Billie Eilish arrasa en un concierto que la corona como reina absoluta de la Generación Z
El 9 de marzo, una jovencísima Billie Eilish de apenas 16 años se presentaba por primera vez en Barcelona en un Sant Jordi Club lleno a rabiar de jóvenes enamoradas del nuevo fenómeno del pop adolescente, cuya novedad era que era más oscura, más original, más extraña de lo habitual. Se iniciaba así una historia de amor que seis meses después ya la convirtió en fenómeno intergeneracional con un lleno absoluto en el Palau Sant Jordi. Ayer volvía al lugar del crimen con su gira 'Hit me hard and soft', consolidada como auténtica diva de la nueva era del pop, y no defraudó. Alegre, jovencísima y veterana a un tiempo, contagió su entusiasmo a unas doce mil personas que no dejaron de corear su nombre. ¡Billie!, gritaban entusiastas, mientras dos técnicos arrastraban una gran caja de sonido hacia el escenario, centrado en la pista. ¿Estaba ahí dentro? Al parecer sí. Entonces se apagaron las luces y un enorme cubo empezó a elevarse y descubrió a Billie arriba. El sonido era atroz, y su voz indistinguible , pero el público cantaba por ella. 'Chihiro', de su último álbum, era el tema encargado de prender la mecha y vaya si la prendió, el estruendo era enorme. El público no dejaba de cantar las letras u gritar cada vez que la artista brincaba por el escenario. 'Lunch' fue el siguiente tema del repertorio, en un fondo rojo y azul. El sonido lastraba su actuación, pero a nadie le importaba lo más mínimo. El suelo reproducía a Billie. Las pantallas del techo reproducían a Billie. Y ella se movía y estaba en todas partes, en uno de esos escenarios 360 grados que obligan a los artistas a involucrar a todo el mundo. Y ella lo consiguió. Y no podía parar de reír, agradecida por la respuesta eufórica de su público. Vestida con sus camisas anchas ya convertidas en tendencia, con un 38 enorme estampado, y su gorra al revés, empezó a cantar «NDA' mientras el escenario escupía ráfagas de fuego . El carisma de esta chica es de otra galaxia. 'Como estáis. Os quiero mucho', dijo antes de iniciar su primera balada. 'Wildflower'. Puso los pelos de punta, hasta que se sentó en el centro del escenario y pidió que todo el mundo se callara durante un minuto para grabar su voz, secuenciarla, y crear capas y capas hasta configurar una polifonía de Billies. Por supuesto, todos hicieron caso, demostrando el poder de convicción de esta artista. Para finalizar este segmento, otro momento cumbre del 'show', con 'When the party's over'., con la cantante estirada en el suelo. A veces daba miedo mirar al público y ver a todos con el móvil levantado grabándola, pero así son los nuevos tiempos. La verdad es que cada canción parecía un acontecimiento. Los fans de Billie Eilish son muy fans de Billie Eilish. Con 'Diner' volvió la cantante oscura, de atmósferas bizarras, que llegó a su culmen con 'Bad Guy', la canción que la convirtió en megaestrella. Grabándose a sí misma y a su banda con un móvil, el público no dejó de saltar con uno de los hits más extraños de los últimos años. La tierna y sentimental 'The greatest' volvió a subir a Billie a las alturas, como si de un enorme columpio se tratara. Aquí ni el público pudo silenciar su portentosa voz. 'Son tiempos difíciles en todo el mundo, especialmente en mi hogar, Los Ángeles, y quería enviar amor a todos los que sufren', dijo antes de iniciar un set acústico con sus dos chicas del coro. Con 'Skinny', una canción que se nota que le toca muy adentro, hizo llorar a todo el mundo. Hasta que 'Bury my friend' volvió a elevar la temperatura de la sala. Así se cerraba la primera parte del espectáculo, con la locura electrónica de 'Oxytozin' pidiendo al público que se agachara para saltar todo lo alto que pudiesen después. Y obedecieron, por supuesto, hasta que Charlie XCX apareció en las pantallas para cantar su colaboración con Billie en 'Guess'. La cantante apareció de pronto en un nuevo y reducido escenario para bailar y saltar en una noche que los del Sónar no pudieron ver y vaya si se lo perdieron. El concierto se cerró con Billie Eilish sentada al piano tocando las canciones que la dieron a conocer al mundo, como la conmovedora 'Ocean eyes', con imágenes de olas en las pantallas, como no podía ser de otro modo. Para acabar, la delicada 'What was I made for', de la banda sonora de 'Barbie'; y 'Birds of a feather', demostrando que la generación Z tiene reina y se llama Billie Eilish. Si alguien quiere saber por qué los Beatles no se oían a sí mismos en directo, sólo tiene que venir 60 años después a ver un concierto de la cantante californiana.
El 9 de marzo, una jovencísima Billie Eilish de apenas 16 años se presentaba por primera vez en Barcelona en un Sant Jordi Club lleno a rabiar de jóvenes enamoradas del nuevo fenómeno del pop adolescente, cuya novedad era que era más oscura, más original, más extraña de lo habitual. Se iniciaba así una historia de amor que seis meses después ya la convirtió en fenómeno intergeneracional con un lleno absoluto en el Palau Sant Jordi. Ayer volvía al lugar del crimen con su gira 'Hit me hard and soft', consolidada como auténtica diva de la nueva era del pop, y no defraudó. Alegre, jovencísima y veterana a un tiempo, contagió su entusiasmo a unas doce mil personas que no dejaron de corear su nombre. ¡Billie!, gritaban entusiastas, mientras dos técnicos arrastraban una gran caja de sonido hacia el escenario, centrado en la pista. ¿Estaba ahí dentro? Al parecer sí. Entonces se apagaron las luces y un enorme cubo empezó a elevarse y descubrió a Billie arriba. El sonido era atroz, y su voz indistinguible , pero el público cantaba por ella. 'Chihiro', de su último álbum, era el tema encargado de prender la mecha y vaya si la prendió, el estruendo era enorme. El público no dejaba de cantar las letras u gritar cada vez que la artista brincaba por el escenario. 'Lunch' fue el siguiente tema del repertorio, en un fondo rojo y azul. El sonido lastraba su actuación, pero a nadie le importaba lo más mínimo. El suelo reproducía a Billie. Las pantallas del techo reproducían a Billie. Y ella se movía y estaba en todas partes, en uno de esos escenarios 360 grados que obligan a los artistas a involucrar a todo el mundo. Y ella lo consiguió. Y no podía parar de reír, agradecida por la respuesta eufórica de su público. Vestida con sus camisas anchas ya convertidas en tendencia, con un 38 enorme estampado, y su gorra al revés, empezó a cantar «NDA' mientras el escenario escupía ráfagas de fuego . El carisma de esta chica es de otra galaxia. 'Como estáis. Os quiero mucho', dijo antes de iniciar su primera balada. 'Wildflower'. Puso los pelos de punta, hasta que se sentó en el centro del escenario y pidió que todo el mundo se callara durante un minuto para grabar su voz, secuenciarla, y crear capas y capas hasta configurar una polifonía de Billies. Por supuesto, todos hicieron caso, demostrando el poder de convicción de esta artista. Para finalizar este segmento, otro momento cumbre del 'show', con 'When the party's over'., con la cantante estirada en el suelo. A veces daba miedo mirar al público y ver a todos con el móvil levantado grabándola, pero así son los nuevos tiempos. La verdad es que cada canción parecía un acontecimiento. Los fans de Billie Eilish son muy fans de Billie Eilish. Con 'Diner' volvió la cantante oscura, de atmósferas bizarras, que llegó a su culmen con 'Bad Guy', la canción que la convirtió en megaestrella. Grabándose a sí misma y a su banda con un móvil, el público no dejó de saltar con uno de los hits más extraños de los últimos años. La tierna y sentimental 'The greatest' volvió a subir a Billie a las alturas, como si de un enorme columpio se tratara. Aquí ni el público pudo silenciar su portentosa voz. 'Son tiempos difíciles en todo el mundo, especialmente en mi hogar, Los Ángeles, y quería enviar amor a todos los que sufren', dijo antes de iniciar un set acústico con sus dos chicas del coro. Con 'Skinny', una canción que se nota que le toca muy adentro, hizo llorar a todo el mundo. Hasta que 'Bury my friend' volvió a elevar la temperatura de la sala. Así se cerraba la primera parte del espectáculo, con la locura electrónica de 'Oxytozin' pidiendo al público que se agachara para saltar todo lo alto que pudiesen después. Y obedecieron, por supuesto, hasta que Charlie XCX apareció en las pantallas para cantar su colaboración con Billie en 'Guess'. La cantante apareció de pronto en un nuevo y reducido escenario para bailar y saltar en una noche que los del Sónar no pudieron ver y vaya si se lo perdieron. El concierto se cerró con Billie Eilish sentada al piano tocando las canciones que la dieron a conocer al mundo, como la conmovedora 'Ocean eyes', con imágenes de olas en las pantallas, como no podía ser de otro modo. Para acabar, la delicada 'What was I made for', de la banda sonora de 'Barbie'; y 'Birds of a feather', demostrando que la generación Z tiene reina y se llama Billie Eilish. Si alguien quiere saber por qué los Beatles no se oían a sí mismos en directo, sólo tiene que venir 60 años después a ver un concierto de la cantante californiana.
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