Elegir un amor
También puedes ir a comprar un libro, en Madrid, a una de sus muchas librerías: están todos los ejemplares muy bien ordenados, hay stock y, desde luego, aire acondicionado. Sin embargo, allá van tus pies, por sí solos y obligándote a seguirlos, camino del parque de El Retiro. Tú, que no sufres de alergias ni... Leer más La entrada Elegir un amor aparece primero en Zenda.

No se puede elegir un amor. Sabes que te conviene el que es ingeniero, o ministro, o este que despliega una oratoria e inteligencia inigualables, o aquel que dispone de recursos como para comprar media Toscana. Pero te fijas en otro. En uno que te hace reír, que acostumbra a llevar unos calcetines estrafalarios y que resulta ser algo patoso en los deportes; en uno que disimula, pero que te mira como si respirar a tu lado fuese un privilegio reservado para esos pocos instantes de la vida que valdrá la pena recordar. Te mira y sabe ver, aunque tú misma creas que no hay gran cosa que mirar. Esto sucede con otras muchas cosas en la vida: sabes que comprar una camiseta te saldrá más barato en unos grandes almacenes, pero una tarde te empeñas en ir a la tienda de doña Mari Carmen, que quieras que no, se sabe tu nombre.
Dicen que la Feria del Libro de Madrid antes no tenía escritores, que se vendían libros, sin más; que lo de firmar ejemplares es un invento bastante nuevo, un reclamo y un recurso para vender más libros. Dicen, también, que los egos de los escritores son gigantescos y frágiles a partes iguales: disponer o no de lectores en una fila, a la espera, puede hundirlos en la miseria o alimentar su seguridad hasta que logren escribir su próxima historia. Qué cuadro tan extraordinario se dibuja con todos ellos entre los árboles.
Sin embargo, El Retiro parece ser un decorado defectuoso para esta feria. En su edición de 2025 —que termina precisamente hoy— ya ha visto cerrada sus puertas durante horas por causas climatológicas poco convincentes y ha sufrido otros anuncios de cancelación. Se dice, se comenta, se rumorea, que estos cierres pueden funcionar como medida de presión para trasladar la feria al IFEMA de Madrid. Al fin y al cabo, la propia feria comenzó a celebrarse hace menos de un siglo en el paseo de Recoletos y todo es mudable a lo largo del tiempo. Dicen que es un encuentro saturado, al que le faltan medidas de seguridad y protocolos de desalojo del parque en caso necesario; un lugar sucio donde es imposible conseguir una mesa en la que reposar el cansancio, un circo donde hay más curiosos que lectores. El Retiro resulta, pues, un novio imperfecto. IFEMA, tal vez, no sería tan mala opción. ¿Acaso no se celebran las grandes ferias de Latinoamérica en enormes recintos recogidos bajo gigantescas carpas? Sin embargo, algo chirría en esta elección. Muchos de nosotros, los escritores, no podemos dejar de mirar a este enorme corazón verde que palpita en medio de la gran ciudad. Manel Loureiro —cuyos lectores resisten para verlo bajo el sol y la lluvia si es necesario— comentaba al respecto que «hay cien ferias bajo carpa y en espacios tipo IFEMA por el mundo, y ninguna tiene el sabor popular e intensamente librero de la Feria de Madrid». Otro famoso escritor, Blue Jeans, me comentaba que sentía como una tradición el hecho de firmar en este parque; al respecto, decía que «he hecho más de ciento cincuenta firmas allí, y nunca he tenido problemas». Y lo dice un autor cuyas colas de firmas duran horas y a las que ha tenido que atender muchas veces, cerrada ya la caseta, en alguno de los bancos de la arboleda.
¿Cómo podrían aunarse los intereses de editoriales, libreros y ayuntamiento? ¿Debería celebrarse la feria en un lugar controlado —o más amplio y abierto, tipo Madrid Río—, con acceso medido mediante entradas? Para Nagore Suárez, escritora, un lugar así podría convertirse «en algo únicamente de consumo: vas, compras y te marchas». Es cierto que, ante esa opción, se dejaría fuera de juego la posibilidad del paseo, de los espacios verdes, los bancos y el disfrute de las buenas sombras. Otro compañero, Santiago Díaz, añade «El Retiro me encanta. No creo que exista mejor lugar para hacer la feria»; en nuestra conversación, alude a la belleza del entorno, a la naturaleza, a los restaurantes cercanos y a un elemento práctico: el metro, que hace del Retiro un lugar accesible para todos. He comentado este asunto con más autores, como el poeta y escritor Miguel Gane, que también ve en El Retiro la mejor opción.
A nivel organizativo, ¿deberían cambiar las cosas? Posiblemente, pues todo el mundo sabe que como encuentro cultural y económico que es —más de diez millones de euros de facturación el año pasado— la feria no solo debe crecer, sino que debe saber hacerlo. De lo contrario, corremos el riesgo de que se mercantilice todo, de que nos convirtamos en un decorado roto, en una nueva Venecia que ya ni pueda esgrimir el argumento de la belleza de lo decadente. Aunque puedo cambiar de opinión, y aunque comprendo los pros y los contras, muchos escritores todavía creemos en la magia de ese gran bosque que sostiene la ciudad y nos encanta que la feria se realice en El Retiro. Tal vez el corazón se nos haya subido a la cabeza, pero es imposible elegir el amor.
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