Desde París, Diarios de la Segunda Guerra Mundial de Manuel Chaves Nogales
La editorial El Paseo publica el primero de los tres tomos en los que reunirá más seiscientas piezas inéditas que Chaves Nogales escribió durante la II Guerra Mundial. En este primer volumen, Yolanda Morató junta los artículos y crónicas firmadas en París entre 1939 y 1944. En Zenda reproducimos una de las crónicas presentes en... Leer más La entrada Desde París, Diarios de la Segunda Guerra Mundial de Manuel Chaves Nogales aparece primero en Zenda.

La editorial El Paseo publica el primero de los tres tomos en los que reunirá más seiscientas piezas inéditas que Chaves Nogales escribió durante la II Guerra Mundial. En este primer volumen, Yolanda Morató junta los artículos y crónicas firmadas en París entre 1939 y 1944.
En Zenda reproducimos una de las crónicas presentes en Diarios de la Segunda Guerra Mundial: Inéditos (1939-1944), 1. Desde París, de Manuel Chaves Nogales.
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SIN NOVEDAD EN EL OESTE
10 de septiembre de 1939
En esta «guerra blanca» que estamos viviendo en Europa, en esta «guerra de nervios» que mantiene, día y noche, al ciudadano europeo de centinela en la hipotética trinchera de su hogar, que de la noche a la mañana puede convertirse en auténtica trinchera sobre la que llueven toneladas de explosivos, ha habido una gran batalla. Una gran batalla que se ha perdido.
Una gran batalla equivalente a la famosa batalla de Tannenberg. La situación es exactamente la misma que se produjo en 1914 cuando Hindenburg, al derrotar al general ruso Sansonov, liberó a Alemania de todo peligro en el este y permitió que los ejércitos alemanes se volcasen íntegramente sobre el frente occidental. El Hindenburg de ahora se llama Von Ribbentrop y el Sansonov «suicidado» no es otro que Litvinov.
Al producirse esta gran derrota en el este, Francia e Inglaterra se encuentran como al día siguiente de Tannenberg. ¿Cuál ha sido la reacción de estos dos pueblos que en una hora ven derrumbarse las mismas ilusiones, idénticamente las mismas, que en 1914 habían puesto en el famoso «rulo» ruso?
La famosa frase de Remarque, «sin novedad en el oeste», lo expresa con maravillosa exactitud. «Sin novedad en el frente», vienen a decir los comunicados de los Gobiernos inglés y francés reunidos horas después de haberse conocido el parte de derrota del este, es decir, al divulgarse la noticia de que Alemania y Rusia han firmado un pacto de no agresión.
Este lacónico «sin novedad en el frente» está, sin embargo, preñado de angustia y tiene el mismo sentido peyorativo que en la novela de Remarque. «Sin novedad en el frente» quiere decir que las posiciones no han cambiado, pero quiere decir también que el combatiente del frente occidental se siente más que nunca metido inexorablemente en la guerra, clavado en su trinchera con una desesperada resolución de vencer o morir.No es fácil adivinar si esta «guerra blanca» se convertirá, dentro de unos días o unas horas, en la «guerra total» o si, por primera vez en la historia del mundo, la conflagración entre potencias armadas conservará indefinidamente este carácter de esquema matemático, de demostración abstracta sobre un encerado que es «la guerra de nervios» que estamos haciendo.
Viviendo en París esta mañana de agosto, cuando los hombres abandonan silenciosamente sus hogares y van a incorporarse a sus unidades militares, se tiene la impresión de que, de un momento a otro, se puede pasar de la demostración teórica que se venía haciendo en el encerado, al ejercicio práctico sobre el terreno. No creo que jamás los pueblos europeos hayan estado tan fríamente dispuestos a pasar, de modo natural y sencillo, sin un ademán, sin un gesto de la vida normal y civilizada a la barbarie de la guerra. Mi vecino, que en este momento recibe la orden de movilización, alza los hombros despectivamente, carga con su petate, dice adiós a los suyos sin ninguna prosopopeya y va dispuesto a hacerse matar allí donde le lleven. Sobre esto no existe duda alguna.
Lo más impresionante de Francia en este momento es esta íntima convicción de que no es posible escapar a la fatalidad; nunca los hombres han ido a la guerra tan serenamente, con tan inhumano sentido del deber. La declaración de guerra de 1914 arrebató a París en un rapto de locura, de entusiasmo, de pasión irreflexiva y de teatral heroísmo. Hoy, si hay guerra esta tarde, como si se aplazase por varias semanas, como si no la hubiese nunca, la disposición de ánimo del ciudadano francés es radicalmente distinta. En estos dos años de «guerra blanca», se ha meditado tanto en el horror de la guerra que ha llegado esta a hacerse tan familiar, tan normal e inexcusable que no hay ya lugar a aquellos estremecimientos convulsivos que antes se producían en las multitudes ante la contingencia súbita de una conflagración armada. Todo está preparado para la guerra. Lo mismo las industrias que las conciencias. El pueblo francés irá a la guerra, sin ningún arrebato lírico, sin ninguna ilusión engañosa, plenamente consciente de a lo que va, sabiendo ciertamente adónde camina y con la convicción de que no hay nada en el mundo que le impida o le excuse ir.
Esto es lo que quizás no se comprenda bien más que estando aquí y viendo lo que ha llegado a ser en la realidad de la vida cotidiana del ciudadano este fantasma de la guerra que, a fuerza de rondar en torno al hogar, se ha convertido en una realidad que se afronta con serenidad y hasta con indiferencia. La guerra está hoy en todos los hogares de la gran ciudad; por doquiera está presente. Es el equipo de campaña que el reservista de cuarenta años se ha endosado hoy al levantarse sin ninguna teatralidad, con el automatismo cotidiano; son las máscaras contra los gases, que ha probado toda la familia, tanto los ancianos como los pequeñuelos; es la visita a los refugios subterráneos en los que todo está dispuesto para la vida de trogloditas que nos aguarda; son los preparativos que sosegadamente se hacen para la evacuación de la gran urbe; son las regulaciones de vehículos que van haciendo los agentes del Gobierno con un automatismo sorprendente… Es la guerra.
Es la guerra que puede no estallar mañana, que puede no sobrevenir nunca, pero que hoy, en Francia, es una dura realidad que preside todas las actividades.
Tal vez Alemania, después de su victoria diplomática en el este, sufra uno de esos errores psicológicos característicos de sus dirigentes, que tan fatales han sido para el pueblo alemán, y tal vez considere que la victoria del pacto germano-ruso ha sido su triunfo definitivo y total. Esto sería la guerra, mañana o dentro de una semana.
La guerra, que arrastraría no solo a Europa sino al mundo entero por el precio de la batalla ganada en Moscú por Alemania, es la desaparición del monstruoso equívoco que había permitido a Hitler contar con las adhesiones internacionales que hasta ahora han hecho posibles los éxitos de su aventura imperialista. Ha desaparecido la mentira del pacto Antikomintern, que ser vía únicamente para delimitar interiormente a las potencias del régimen democrático, creando en ellas un clima de guerra civil.
Alemania, la Alemania imperialista y guerrera, ha abandonado la máscara del antibolchevismo y se presenta ante el mundo tal cual es. Los Estados capitalistas no solo de Europa sino del mundo entero, que hasta aquí simpatizaban con el régimen nazi, no pueden, de aquí en adelante, dejarse engañar y seguir haciendo el juego a la aventura de dominación imperialista a que se ha lanzado frenéticamente el nacionalsocialismo. No puede el general Franco seguir esgrimiendo el pretexto del anticomunismo para justificar la guerra infame que ha hecho a su pueblo.Cuando Moscú, aliado de Alemania, vuelva a España de la mano de los nazis, las clases conservadoras españolas empezarán a ver el crimen que han cometido.
La situación de Europa en estos momentos, por confusa que parezca, tiende a resolverse con claridad diáfana. Cuando Von Ribbentrop ha vuelto de Moscú diciendo que la amistad entre Hitler y Stalin ha quedado sellada y las multitudes alemanas se han puesto a gritar en las calles de Berlín «¡Heil Moscú!», considerando la alianza que acaba de firmarse como el triunfo mundial de los Estados totalitarios, es cuando ha empezado a verse netamente cuáles son los dos verdaderos frentes que divi den el mundo.
No pasarán muchas semanas sin que Alemania se dé cuenta del precio que ha de pagar por esta jugada que hoy le asegura la posibilidad de poder atacar en el oeste sin tener más enemigo en el este que la infeliz Polonia, que en esta hora de angustia se apresta desesperadamente a la lucha gritando: «¡Dios está con nosotros!».
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Autor: Manuel Chaves Nogales. Título: Diarios de la Segunda Guerra Mundial: Inéditos (1939-1944). 1. Desde París. Editorial: El Paseo. Venta: Todostuslibros.com
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